Berta Servían de Flores decidió escribir su propia historia cuando las reglas le decían que debía prepararse para ser una “buena ama de casa”. Una mujer que no solo desafió la gravedad, también los estereotipos, para alcanzar su mayor aspiración: Volar en el cielo guaraní.
El 18 de octubre de 1914, el Departamento de Caaguazú celebró el nacimiento de una niña que, sin saberlo en ese momento, marcaría un hito en la historia de la aviación paraguaya, un espacio destinado en aquel entonces a los hombres.
En medio de los “pintorescos y tranquilos pueblos de Yegros y Yuty”, como lo describió en su libro, sus padres la bautizaron como Berta Servián, cuyo nombre resuena, a los 110 años de su nacimiento, como una fuente de inspiración y empoderamiento femenino.
Desde muy pequeña supo lo que quería ser de grande, y no era precisamente convertirse en “una adorable y buena ama de casa”.
El inicio de su pasión
Berta estaba en su casa cuando su mirada se dirigió a una nave con alas que aterrizó muy cerca de donde ella estaba, naciendo en su interior una pasión por aquella máquina que veía por primera vez en su corta vida.
De la nave descendió un coronel amigo de sus padres, quien percibió en Berta un entusiasmo efervescente.
Sin dudarlo, Berta le preguntó si las mujeres también podían volar y como respuesta recibió: “Quien quiere puede hacerlo, empeñándose”.
Aquel coronel aviador le explicó que sobre su espalda llevaba un paracaídas y le recomendó que practique con un paraguas.
En ese instante, Berta agarró un viejo paraguas que encontró y subió a un poste de un alambrado de su casa. Tuvo dos saltos exitosos y uno fallido, provocándose una herida en el labio superior y regaños por parte de sus padres.
Desafiando las reglas: El renacimiento de su vocación
A la edad de 22 años, Berta cumplió con todas las costumbres dictadas en esa época para las mujeres. Estudió corte y confección, economía doméstica, bordado y dibujo. Esos conocimientos eran considerados esenciales para ser una buena ama de casa.
No obstante, Berta estaba decidida a tener una vida de aventura y pionerismo: Ser la piloto de su destino.
En 1938, esa vocación que surgió en ella desde muy pequeña volvió a renacer cuando su hermano, Víctor Rafael –piloto en la Aviación Militar–, la llevó a volar con él en su Fleet E.5.
Luego de surcar los cielos, como invitada de su hermano, Berta anheló convertirse “en la primera alada de mi patria” y de inmediato se escribió como alumna en el Aero Club del Paraguay.
Un cielo sin límites
Tras superar desafíos que implicaba estar en un terreno explorado solo por hombres y de volar con un instructor, Berta estaba lista para su primer vuelo sola, donde ella iba a experimentar en solitario tener los controles del mando en las manos.
Su vuelo inaugural se inscribió en la historia el 10 de febrero de 1939, cuando se convirtió en la reina del cielo guaraní.
Cubrió la ruta Campo Grande-Villa Hayes en su primer vuelo como piloto civil.
Berta abrió sus alas hasta 1940, porque tuvo que abandonar el país, presionada por la dictadura moriniguista.
Regresó a tierra natal a los 66 años y lo primero que hizo fue pedir permiso para realizar vuelos de readaptación en los aviones Cessna, de acuerdo con la biografía publicada por la organización Kuña Róga.
A 110 años de su nacimiento, Berta no solo se volvió pionera en la aviación, sino que también es una inspiración de coraje, convicción y empoderamiento. UH