Como enormes cicatrices en el bosque del Gran Chaco se asoman entre su tupida vegetación seca y espinosa los campos de girasoles, la soja genéticamente modificada y el ganado. La deforestación se devora al segundo bioma más importante de América del Sur.
En la provincia del Chaco, en el noreste de Argentina, las heridas están abiertas: escondidas tras cortinas vegetales, árboles de algarrobo y quebrachos arrancados de raíz que yacen en el suelo.
El Gran Chaco, un bosque nativo que se extiende por más de un millón de kilómetros cuadrados entre Argentina (62% de los territorios), Paraguay (25%), Bolivia (11%) y Brasil (1%), está sometido desde los años 1990 al avance de la frontera agrícola, la actividad que más divisas le reporta a estos países.
Casi sin testigos, pues los centros habitados quedan muy lejos, el Gran Chaco es el bioma que ha sufrido las mayores tasas de deforestación en la última década, con un promedio de 200.000 hectáreas por año, según los ambientalistas. “En la provincia del Chaco, prácticamente toda la superficie estaba cubierta por bosques”, evoca la ingeniera agrónoma Inés Aguirre, de la Red Agroforestal Chaco Argentina.
“Pero cuando en los años 1990 aparece el paquete tecnológico de la soja modificada genéticamente se comienza a colonizar la zona chaqueña”, refiere esta experta, que por décadas trabajó en la Dirección de Bosques provincial.
La soja y el maíz genéticamente modificados tienen como característica que son resistentes a la sequía.
Desde entonces, el ritmo de deforestación en la provincia del Chaco ha sido de unas 40.000 hectáreas anuales, con picos de hasta 60.000 hectáreas en un año, según Aguirre. Una cifra que crea alarma entre los ecologistas. “Estos son los ambientes que le quedan al planeta para tener una regulación climática y que pueda subsistir la humanidad”, dice Noemí Cruz, coordinadora de la Campaña de Bosques de la ONG Greenpeace.
La provincia del Chaco alberga el parque nacional El Impenetrable, unas 128.000 hectáreas de bosques totalmente protegidos, un oasis que sirve de hábitat a una rica fauna que incluye al oso hormiguero, la serpiente de coral y el tapir, entre otras especies, y donde la Fundación Rewilding lleva adelante un proyecto de reintroducción del jaguar, un felino en peligro de extinción en esta región.
Pero a su alrededor, las máquinas topadoras derriban los árboles y la deforestación amenaza la supervivencia de la fauna autóctona. UH