Un 28 de febrero pero de 1870 pasaba esto;
algunos indígenas caygús llevaron alimentos a los paraguayos y le advierten a López la proximidad de los brasileños; le ofrecen esconderlo en sus tolderías, en el fondo de los bosques, donde no podrían encontrarlos: «Jaha Karaí, nandétopái chéne jepe los camba ore apytepe» (‘vamos, señor: no darán con usted los negros adonde pensamos llevarle’).
López agradece y declina el ofrecimiento, pues le comunica luego a sus oficiales, algunos de éstos sobrevivientes, que su destino ya estaba marcado y que no éstaban hechos para huir, que era preferible morir que dejar que el ejército invasor regara esos terrenos de sangre sin oponer resistencia.
Una tropa brasileña de aproximadamente unos 4500 soldados bien pertrechados persiguió y arrinconó a la desfalleciente y mal armada hueste de unos 409 combatientes paraguayos, entre ellos inválidos, ancianos, mujeres y niños. Siete meses antes, cuando comenzaron la travesía al norte conocida como el «Viacrucis de la nación». Los brasileños —liderados por el mariscal General José Antônio Correia da Câmara — siguieron al último puñado de paraguayos rebeldes. El mariscal General brasileño Câmara escribe a su emperador, Pedro II:
…Su disciplina proverbial de morir antes que rendirse y de morir antes de hacerse prisioneros porque no tenía orden de su jefe ha aumentado por la moral adquirida, sensible es decirlo pero es la verdad, en las victorias, lo que viene a formar un conjunto que constituye a estos soldados, en soldados extraordinarios invencibles, sobrehumanos. López tiene también el don sobrenatural de magnetizar a sus soldados, infundiéndoles un espíritu que no puede apreciarse bastantemente con la palabra; el caso es que se vuelven extraordinarios; lejos de temer el peligro lo acometen con un arrojo sorprendente; lejos de economizar su vida, parece que buscan con frenético interés la ocasión de sacrificarla heroicamente, y de venderla por otra vida o por muchas vidas de sus enemigos (…) Vuestra Majestad, tuvo por bien encargarme muy especialmente el empleo del oro, para acompañado del sitio allanar la campaña del Paraguay, que venía haciéndose demasiadamente larga y plagada de sacrificios, y aparentemente imposible por la acción de las armas; pero el oro, Majestad, es materia inerte contra el fanatismo patrio de los paraguayos desde que están bajo la mirada fascinadora, y el espíritu magnetizador de López…soldados, o simples, ciudadanos, mujeres y niños, el Paraguay todo cuando es él son una misma cosa, una sola cosas, un sólo ser moral indisoluble… ¿cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos precisaremos para terminar la guerra, es decir para convertir en humo y polvo toda la población paraguaya, para matar hasta el feto del vientre de la mujer…?
Mariscal General Câmara
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