Durante una entrevista televisada recientemente, el presidente Donald Trump se negó a decir si aceptaría los resultados electorales de las próximas elecciones presidenciales en noviembre. Trump dijo que “tendría que ver qué sucede”, rompiendo con las tradicionales reglas democráticas en Estados Unidos.
Además, en los últimos meses, Trump parece haber estado preparando el escenario para posiblemente declarar fraude en los comicios, en caso de que él pierda su reelección. El mandatario ha repetido en redes sociales y en sus discursos públicos que pudiera haber trampa en el proceso electoral, si la mayoría de los votos se realizan por la vía del correo. Hasta el Fiscal General del Gobierno de Trump, William Barr, ha repetido esa falsedad, alegando sin fundamento que un gobierno extranjero podría intervenir en el proceso comicial de noviembre a través del sistema del correo, enviando miles de balotajes falsos.
El voto por correo en Estados Unidos está permitido en todos los estados y procesos electorales, normalmente para los votantes que no pueden asistir en persona a las urnas el día de las elecciones porque no están físicamente presentes en su ciudad o están enfermos. Ahora, con la pandemia del coronavirus, muchos gobiernos estatales —republicanos y demócratas— están abriendo la posibilidad de votar por correo a todos los electores, para evitar el riesgo de infección en los centros electorales. Sin embargo, Trump está circulando rumores falsos sobre el fraude electoral, con la presunta intención de desacreditar el resultado si no es favorable a él. Ningún candidato presidencial ha hecho algo similar en la historia del país. Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolanaTrump está circulando rumores falsos sobre el fraude electoral, con la presunta intención de desacreditar el resultado si no es favorable a él. Ningún candidato presidencial ha hecho algo similar en la historia del país.
Las acciones de Trump se parecen al comportamiento que el gobierno estadounidense normalmente denuncia sobre otros países, que consideran autoritarios o que violan los principios democráticos. Si el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, dijera que no está seguro de aceptar los resultados de una elección presidencial (por cierto, siempre ha dicho que sí aceptaría los resultados, gane o no), la Casa Blanca, el Congreso y todos los think tanks en Washington estarían gritando “¡dictadura!”.
Pero en los Estados Unidos de Trump, ese comportamiento autoritario se está convirtiendo en la norma después de tres años y medio, con un jefe de Estado cuya promesa principal de campaña fue la destrucción del sistema estadounidense como lo conocíamos.
Y la hipocresía del Gobierno de Trump no tiene límites. Durante los mismos días en que el mandatario estadounidense había ordenado a los agentes federales intervenir en la ciudad de Portland, Oregon, para reprimir con fuerza las protestas antigubernamentales —sin la autorización del gobierno estatal o municipal— Elliott Abrams, el vocero de Trump sobre Venezuela, estaba denunciando el incremento en violaciones de los derechos humanos en el país sudamericano.
Mientras las fuerzas federales de Trump, vestidos en uniforme de combate y sin identificación visible, como una policía secreta, secuestraban y perseguían personas andando en las calles de Portland, Abrams ‘denunciaba’ el “uso de las fuerzas de seguridad de Maduro para intimidar a sus críticos”.
Trump y sus lacayos parecen estar haciendo todo lo que acusan a otros gobiernos de hacer: intimidar, perseguir, reprimir, violar y amenazar a sus críticos, sus disidentes, a los medios y a cualquiera que no se subordine a su agenda. Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolanaTrump y sus lacayos parecen estar haciendo todo lo que acusan a otros gobiernos de hacer: intimidar, perseguir, reprimir, violar y amenazar a sus críticos, sus disidentes, a los medios y a cualquiera que no se subordine a su agenda.
Trump ha reiterado su intención de usar la ‘fuerza máxima’ del gobierno federal contra las ciudades ‘demócratas’, para supuestamente contener y controlar las manifestaciones contra la brutalidad policial y el racismo, y a la vez combatir el creciente crimen violento en el país. Sin embargo, Trump está usando el antiguo manual autoritario que relaciona el crimen con las protestas antigubernamentales. Y todo esto ocurre a solo meses de las elecciones presidenciales, en medio de la peor pandemia y de la más grave crisis económica que el país haya sufrido en décadas.
La esencia del fascismo y del autoritarianismo es el uso de la violencia para distraer y controlar al público. Lo que está haciendo Trump no es coincidencia. El está muy por debajo del candidato presidencial demócrata Joe Biden en las encuestas. Su nivel de popularidad ha sufrido mucho durante los últimos meses, debido a su pésima respuesta al coronavirus y sus discurso divisivo y lleno de rencor. Su campaña tiene poco tiempo para recuperar el apoyo del que gozaba durante las elecciones del 2016, aunque recuerdan que él perdió el voto popular por más de tres millones de boletas frente a Hillary Clinton.
Ahora parece que Trump piensa que proyectando una imagen de fuerza y poder —y control del país en un momento de caos— podría recuperar el apoyo que necesita para ser reelecto.
Está perdiendo la batalla con el coronavirus. Estados Unidos ya ha superado los cuatro millones de casos de la covid-19 y más de 150.000 muertos desde finales de Febrero. Trump sigue promoviendo una medicina desaprobada por su propio gobierno y la Administración de Control de Drogas (FDA por sus siglas en inglés). Incluso, en estos días, ha promovido las teorías de conspiración de una médica loca, que falsamente ha declarado que existe una cura para el coronavirus, y quien ha dicho que muchas medicinas usan la ADN de los extraterrestres y que los problemas ginecológicos son causados por el “semen de demonios”. Está desesperado para salir del hueco que él mismo se ha excavado.
Sus acciones en la ciudad de Portland evidencian sus tendencias fascistas. El envío de cientos de fuerzas federales —armadas y uniformadas— contra la voluntad de las autoridades de la ciudad y del estado, ya es una violación de los fundamentos constitucionales de Estados Unidos. Es el gobierno local que tiene los atributos de seguridad sobre su territorio. El gobierno federal solo puede intervenir con la explícita autorización del gobierno estatal o municipal. Sin embargo, Trump ha demostrado durante su presidencia que no respeta la separación de poderes o los fundamentos constitucionales.Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolanaLo que Trump ha hecho es desnudar la hipocresía estadounidense. Ya no tienen ninguna moral para hablar de la democracia y los derechos humanos en otras naciones.
“Vamos a tener que hacerle una limpieza“, declaró Trump sobre Portland y las manifestaciones, que ahora son contra la ocupación de su ciudad. Las imágenes de las fuerzas de Trump —su policía política— golpeando, reprimiendo y usando gas lacrimógeno, y balas de pimienta y goma, contra cientos de madres, estudiantes, y ciudadanos que ejercen su derecho constitucional a la protesta, es la más clara evidencia de la tiranía que Donald Trump quisiera imponerle a Estados Unidos. Y él ha dicho que quiere hacer lo mismo en otras ciudades del país, que son gobernadas por demócratas.
Su negación de aceptar los resultados electorales en noviembre, y sus intentos de desacreditar el proceso electoral, que muy posiblemente va a perder, es un clavo más en la tumba de la democracia estadounidense.
Lo que Trump ha hecho es desnudar la hipocresía estadounidense. Ya no tienen ninguna moral para hablar de la democracia y los derechos humanos en otras naciones.
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