La designación del exsenador Arnaldo Giuzzio como futuro ministro de la Senad, bien recibida por la gente, fue prestamente agriada por un decreto del presidente Horacio Cartes para una supuesta reorganización estructural de la institución, lo que en la práctica no pasa de ser la virtual prohibición de que el nuevo ministro designado nombre a colaboradores idóneos y de su confianza al frente de las direcciones y departamentos. Aparentemente, Cartes busca atornillar en sus actuales cargos a los altos funcionarios de la Senad, varios de ellos sospechados de corrupción. Lamentablemente, el currículum del Primer Mandatario roza el submundo del crimen, incluido el narcotráfico, según numerosas publicaciones nacionales y extranjeras, como también opiniones de políticos locales hoy aliados suyos. El fatídico decreto de Cartes parece apuntar también a su intención de seguir manejando la Senad una vez que deje el cargo, mediante la permanencia de sus leales en los cuadros de directores y jefes de departamentos, impidiendo así la admisión de funcionarios que respaldan al nuevo ministro.
La designación del exsenador Arnaldo Giuzzio como futuro ministro de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) fue bien recibida por la ciudadanía, con base en su satisfactoria credencial en el desempeño de la función pública, como agente de la Fiscalía primero y senador después. Pero esta espontánea complacencia pública fue prestamente agriada con la emisión de un decreto del presidente Horacio Cartes para una supuesta reorganización estructural de la sensible institución pública responsable del combate al tráfico de drogas ilícitas, lo que en la práctica no pasa de ser la virtual prohibición de que el nuevo ministro designado al frente de la misma nombre a colaboradores idóneos y de su confianza al frente de las direcciones y departamentos que conforman la estructura orgánica de la institución. Vale decir, Giuzzio tendrá que atenerse a la metáfora de tener que arar con los mismos amañados bueyes escogidos por los directores anteriores, “70 por ciento de los cuales son corruptos”, a estar por lo afirmado en su oportunidad por Luis Alberto Rojas, titular de la entidad hasta mediados del 2016, y de quien no se supo que haya tomado medida alguna para remediar la situación.
Aparentemente, el presidente Horacio Cartes busca atornillar en sus actuales cargos a los altos funcionarios de la Senad, varios de ellos sospechados de corrupción, incluidos personal militar y policial, así como a agentes especiales, como Juan Jara, el involucrado en la oscura muerte del capitán Enrique Piñánez en la localidad de Cuero Fresco, distrito de Horqueta, en noviembre del 2014, cuando formaba parte de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC). Lo que hace más llamativa esta insólita disposición gubernamental es que se dio a menos de 24 horas de haberse conocido la designación del exsenador Giuzzio como titular de la Senad. La pregunta obvia es: ¿qué teme, o qué quiere esconder el presidente Cartes?
Lamentablemente, el currículum del actual Primer Mandatario roza el submundo del crimen, incluido el narcotráfico, según numerosas publicaciones aparecidas tanto en nuestro país como en la prensa internacional. Se ha puesto en duda hasta el origen de su fortuna, a partir de su involucramiento en la evasión de divisas del Banco Central del Paraguay en la década de 1980, que significó su entrada en la Penitenciaría Nacional de Tacumbú. También fueron frecuentes las noticias que lo relacionaron con el contrabando de cigarrillos, y hasta con el narcotráfico, si bien las mismas no se confirmaron ni le conllevaron procesos judiciales. Inclusive, varios políticos, hoy cercanos aliados suyos, como Javier Zacarías Irún, Juan Darío Monges y Cándido Aguilera, se sumaron a las publicaciones que involucraban a Cartes en el terrible negocio de las drogas. Últimamente, surgió su cercana relación, a nivel de “hermano del alma”, con el delincuente brasileño Darío Messer, reclamado por la Justicia de su país por lavado de dinero. Y, como se sabe, todos esos delitos transnacionales están íntimamente relacionados entre sí.
Su repentino y sospechoso decreto, que maniata al nuevo titular de la Senad para la futura designación de sus colaboradores, obliga a recordar algunos episodios que mezclaron su nombre con el tenebroso mundo del narcotráfico.
Entre los años 80 y 90, Horacio Cartes aparece como presunto socio de negocios del “padrino” de la frontera Fahd Jamil Georges, quien manejaba el tráfico de drogas y de armas. De hecho, Jamil le cedió varias estancias, que, según explicó Cartes en su oportunidad, fue en pago de deudas que tenía con una de sus empresas financieras.
En el año 2000, una carga de 343 kilos de marihuana y otra de 20 kilos de cocaína fueron halladas en una avioneta con matrícula PT-EUA, abandonada en la estancia Nueva Esperanza de Capitán Bado, propiedad de la firma Turnón SA, de Horacio Cartes, y arrendada a la firma AgroIndustrial Pirapó SA.
En 2003, otro cargamento de 17 toneladas de marihuana fue encontrado en una zona boscosa, supuestamente dentro de la propiedad del asentamiento indígena Campo Flor, frente al predio de la estancia Nueva Esperanza de Capitán Bado, perteneciente a Horacio Cartes. En principio, se informó que la droga estaba en el terreno del empresario y que fue movido unos metros para no involucrarlo.
En 2005, fueron incautados 700 kilos de marihuana en la localidad de San Pablo, departamento de Misiones, cuando estaban a punto de ser alzados en una avioneta. La droga estaba oculta en cajas de cigarrillos de la marca Rodeo, perteneciente a Tabacalera del Este SA, de Horacio Cartes.
En 2015, se volvió a incautar en Curuguaty una carga de 650 kilos de marihuana que debía ser “exportada” al mercado brasileño, oculta en cajas de cigarrillos de una marca producida también por la tabacalera de Horacio Cartes. Presuntamente, se buscaba evitar que el alijo fuera controlado en la ruta.
Debemos reiterar que, pese a las llamativas coincidencias, el vínculo de estos casos con el Primer Mandatario no fue confirmado ni terminaron en los estrados judiciales, pero al desplegar sobre él un manto de dudas, el presidente Cartes debió ser el primero en abrir todas las ventanas para que su situación sea aclarada debidamente.
Ese es, pues, el telón de fondo sobre el que la opinión pública ve proyectarse el melodrama del insólito decreto que congela en sus actuales puestos a los directores y jefes de departamentos de la Senad. ¿Con qué propósito? Probablemente, para que Arnaldo Giuzzio decline el cargo ofrecido por el presidente electo, a menos que, como le ha solicitado, este derogue el decreto tan pronto asuma su mandato. “Le dije al presidente que no podía empezar con algunas limitaciones, que necesito de total libertad para trabajar bien. Me extraña que se tomen medidas en la última etapa de este período”, señaló Giuzzio al referirse a la camisa de fuerza implícita en el decreto de referencia.
El fatídico decreto de Cartes parece apuntar también a su intención de seguir manejando la Senad una vez que deje el cargo, mediante la permanencia de sus leales en los cuadros de directores y jefes de departamentos, impidiendo así la admisión de funcionarios que respondan al nuevo ministro. ¿Qué motivos ocultos tendría el actual presidente para pretender seguir manteniendo bajo su control la institución antidrogas? La pregunta se presta a varias conjeturas.
Así las cosas, la suerte del abogado Arnaldo Giuzzio como ministro de la Senad queda en manos del presidente electo, Mario Abdo Benítez, en el sentido de que este le ratifique su respaldo, prometiéndole derogar el decreto que declara insustituibles a los actuales funcionarios superiores de la Senad, o lo condene a ser un simple títere de una estructura manejada desde fuera por el actual presidente.
Será, en verdad, una buena ocasión para saber si el nuevo Gobierno tiene la intención de luchar con firmeza contra el narcotráfico, o si Giuzzio aceptará que se haga vito con su integridad moral, aceptando arar con los bueyes que le deja Horacio Cartes en su propio interés. abc