Las treinteañeras de espíritu veinteañero decimos que los treinta son los nuevos veinte. Pues ahora la Villa Olímpica es la nueva Las Vegas. “Lo que sucede en la villa se queda en la villa“, afirma Summer Sanders, ganadora del oro en 200 metros mariposa en Barcelona 92. Y es que los deportistas olímpicos vienen a la Villa no solo a correr y desempeñar sus respectivas categorías deportivas con esmero, sino que aprovechan estos días de competición para marcarse sesiones sexuales de campeonato. Los atletas lo corroboran, el sexo se respira por doquier.
“Hay mucho sexo. He visto gente practicándolo al aire libre, en la hierba que hay entre los edificios, dice Hope Solo, portera de la selección femenina de Estados Unidos.
“La villa se convierte en el centro del sexo más grande en el que he estado nunca, algo salvaje”, indica el bracista Eric Shanteau.
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“A los deportistas nos gusta ir de fiesta cuando se ha acabado la competición. Aunque realmente la marcha empieza la noche de la inauguración de los juegos, si no compites hasta pasados unos días. A primera hora de la mañana siguiente puedes ver cómo va volviendo la gente a las habitaciones” confiesa Melanie Wrights, dos veces Olímpica. “Pensad que nos hemos pasado muchos meses sin probar una gota de alcohol. Ni siquiera hemos salido por las noches. Y cuando todo eso se ha acabado…es como si no hubiera un mañana. Están por un lado las fiestas que organizan los patrocinadores y marcas publicitarias…y las que brotan ‘espontáneamente’. Y créeme…son una barbaridad”.
En esta torre de babel erótico festiva los del país del Fettuccine se llevan el oro. “Los olímpicos somos aventureros; gusta tener sexo con alguien que no habla su idioma. Y en cuanto a los dormitorios…los italianos son particularmente ‘invitadores’: dejan la puerta abierta así que podemos ver a esos cuerpazos en ropa interior”.
No es de extrañar que estos deportistas de élite se abandonen al desmadre y placer sexual. Imagino que debe de ser muy sacrificado ser uno de esos 10.500 deportistas de élite que viven tres semanas en una villa repleta de bellas musculaturas y cuerpos esculturales, y no caer en la tentación de echar una canita al aire. ¿No se apuntaría usted a la gran orgía?
Los organizadores saben como se las gastan los olímpicos en estas juergas. El COI se ha echado la manta a la cabeza y ha distribuido 450.000 condones para promocionar el sexo seguro en la Villa Olímpica.
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Haciendo cálculos, la división me sale a 42 condones por deportista, el triple de los que se repartieron en Londres. Como les digo, el reparto de preservativos no se ha inaugurado en Río y desde que el COI se dedicara a lanzar cargamentos de condones entre los jóvenes deportistas, así han sucedido las cosas:
En los juegos de invierno de Vancouver se utilizaron 70.000 sólo en una semana.
En Seoul 1988 fueron 8.500. De hecho, se encontraron tantos preservativos usados en los tejados que tuvieron que prohibir tener sexo en el exterior.
En Barcelona 1992 se repartieron 50.000.
En Sydney 2000 regalaron 70.000…y tuvieron que encargar de urgencia 20.000 más.
En Beijing 2008 regalaron 100.000 y también se quedaron cortos.
En Londres 2012 fueron 150.000, 15 por deportista.
Hasta hoy. Para más INRI, sepa que en toda la ciudad de Río se han repartido nada menos que 9 millones de preservativos.
Un auténtico desmadre. Pero, ¿a qué se debe este considerable aumento de preservativos regalados entre el personal olímpico? No tengo ni idea, será que Brasil es única? Independientemente de los motivos, esta realidad de sexo en exceso y lujurioso desmadre no hacen sino corroborar que los verdaderos juegos no se ven por televisión. Ojalá algún día. Mientras tanto, de perdidos a Río.
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