Si bien los científicos llevan décadas analizando el impacto de los microplásticos en la salud humana, aún faltan investigaciones completas acerca del tema.
Los plásticos, omnipresentes en la vida moderna, son uno de los principales contaminantes que generamos, cuyas partículas se han encontrado desde las profundidades de los océanos hasta las cimas de las montañas. Su producción se ha duplicado en las últimas dos décadas: según la ONU, el mundo fabrica más de 430 millones de toneladas de plástico anualmente, dos tercios de los cuales son productos de vida corta que en cuestión de segundos o minutos se convierten en basura.
Este material, sobre todo, las partículas diminutas denominadas como microplásticos, se encuentra no solamente en nuestro alrededor, sino también dentro del organismo humano, incluido en órganos como el corazón, la placenta, los testículos, además de en la leche materna y la sangre. Pero ¿cuán dañinos son los microplásticos para nuestra salud?
¿Qué son los microplásticos?
Conforme a la definición de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), los microplásticos son diminutas partículas de plástico, no mayores a cinco milímetros, compuestas de polímeros y aditivos potencialmente tóxicos, que acaban desembocando en los océanos debido a la descomposición de los residuos plásticos marinos, las escorrentías o las fugas de las fábricas, entre otras fuentes.
La exposición a la luz solar hace que la superficie del plástico se vuelva quebradiza y se liberen partículas al medio ambiente que suelen concentrarse, como en el caso de la llamada gran mancha de basura del Pacífico, una zona del océano cubierta de desechos marinos y plásticos. La ONU advierte que, al ser ingeridos por organismos de la vida marina, como aves, peces y plantas, los microplásticos les provocan efectos tanto tóxicos como mecánicos y problemas de ingesta de alimentos, asfixia o cambios de comportamiento y alteraciones genéticas.
¿Cómo llegan a nuestro organismo?
Otras fuentes que originan microplásticos y nanoplásticos (partículas hasta menos de una milésima de milímetro) son el lavado de ropa sintética, los filtros de cigarrillos, la fricción de los neumáticos, los cosméticos y el consumo de los productos que contienen tales partículas. Los plásticos se utilizan en la mayoría de los tejidos sintéticos, en envases y materiales de embalaje, en la construcción de edificios y vehículos de motor, en otras palabras, son omnipresentes e indispensables en la vida moderna.
Si bien los científicos llevan décadas estudiando el impacto del plástico en el medio ambiente, solo recientemente se ha descubierto hasta qué punto los microplásticos y los nanoplásticos se han incrustado en nuestro alrededor y en el interior de nuestros cuerpos. En los últimos años, se han detectado microplásticos y nanoplásticos en el cerebro de ratones y en los pulmones de seres humanos, así como en las arterias de personas que sufren enfermedades arteriales, lo que sugiere que puedan ser un factor de riesgo potencial para las enfermedades cardiovasculares. Asimismo, partículas diminutas de plástico fueron halladas en la placenta y en penes, testículos y semen humanos; sin embargo, todavía no hay pruebas de que los nanoplásticos sean capaces de atravesar la barrera placentaria y llegar hasta el embrión humano.
Además de formar parte de la cadena alimentaria humana a través de los mariscos, las personas inhalan microplásticos del aire, los ingieren del agua y los absorben a través de productos para la piel, como productos de maquillaje, cuyas partículas pueden ser absorbidas por la piel o directamente ingeridas, en el caso de los pintalabios o bálsamos labiales.
Aunque los resultados de los estudios que intentan evaluar los niveles de ingestión humana varían mucho, se sugiere que los humanos podrían estar consumiendo alrededor de decenas de miles partículas de microplásticos por persona anualmente. Así, según un estudio de la Universidad de Victoria (Canadá), solamente en el 15 % de nuestra dieta ingerimos hasta 52.000 partículas al año, que aumentan a 121.000 con el aire inhalado. Por otra parte, puesto que que el efecto de los microplásticos en el organismo de los seres vivos es aún un terreno casi inexplorado, se desconoce cuánto tiempo podrían permanecer en el organismo.
¿Qué riesgos hay?
Si bien no parece haber evidencia científica suficiente y todavía faltan investigaciones íntegras acerca del impacto de los microplásticos en el cuerpo humano, los expertos afirman casi unánimemente que son nocivos para la salud, ya que plantean peligros físicos, químicos y microbiológicos.
Recientes estudios demuestran que la exposición a los microplásticos puede modificar el microbioma intestinal, transportar bacterias asociadas a enfermedades, afectar negativamente a la memoria y causar disfunción inmune e inflamación. Además, entre las graves consecuencias que puede conllevar la ingesta de las sustancias químicas presentes en los microplásticos estarían alteraciones de la genética humana y de la frecuencia respiratoria, entre otros problemas de salud, según un informe del Programa de la ONU para el Medio Ambiente.
Del mismo modo, una reciente investigación advirtió que la gravedad del impacto puede conllevar hasta problemas de desarrollo cerebral. “En el cerebro, las partículas de plástico podrían aumentar el riesgo de la inflamación, trastornos neurológicos o incluso enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y el párkinson“, subrayó Lukas Kenner, el codirector del estudio.
¿Cómo reducir el impacto?
Dado que los plásticos están presentes en casi todos los ámbitos de nuestra vida, parece extremadamente complicado abstenerse de su uso, pero los científicos proponen tomar algunas medidas que ayuden a mitigar los posibles riesgos para la salud.
En primer lugar, los expertos aconsejan no comprar agua embotellada, puesto que, según concluyen varios estudios realizados recientemente, un litro de agua embotellada contiene en promedio unos 240.000 diminutos fragmentos de plástico, por lo que se recomienda utilizar botellas de vidrio o de acero y beber agua del grifo en lugar de embotellada. Igualmente, los especialistas insisten en que no se debe calentar alimentos en microondas en recipientes de plástico, recomendando en su lugar utilizar utensilios de cocina de vidrio, madera o metal, incluyendo tazones para mezclar, tablas de cortar y cucharas.
En este contexto, lo más importante, destacan varios investigadores, es que la gente dependa menos de los plásticos para poder reducir tanto la contaminación plástica como la cantidad de microplásticos que se liberan en el aire y el agua y después llegan a nuestros organismos.
“Antes de comprar algo, piensa si realmente lo necesitas y si tiene que ser de plástico“, plantea Heather Leslie, científica especializada en microplásticos.
RT