El Producto Interior Bruto (PIB), un indicador que puede hundir gobiernos o hacer ganar elecciones, es un instrumento anticuado y poco fiable, que incita a un crecimiento desenfrenado sin tener en cuenta las desigualdades, apuntan los economistas.
El debate sobre su utilidad y la necesidad de sustituirlo se ha acelerado en los últimos años y también esta semana en el Foro Económico Mundial (WEF) de Davos.
“Está surgiendo un consenso para decir que las estadísticas que se han usado hasta ahora ya no funcionan”, explicó a la AFP la economista británica Diane Coyle, de la Universidad de Mánchester.
Muchos expertos abogan por alternativas como el Índice de Desarrollo Humano (IDH), una iniciativa de Naciones Unidas.
La idea de Coyle y otros economistas es añadir a los datos económicos brutos -los únicos que incluye el PIB- otros sistemas para medir la educación, las aptitudes personales o el “capital intangible”, como los datos o las patentes que produce un país.
También habría que incluir aspectos sobre la calidad medioambiental o el “capital social” que mide la unidad o la división de un país.
Las nuevas tecnologías complican más aún el cálculo de la riqueza, y recursos como Wikipedia, accesibles en todo el mundo, tienen un valor cero en el cálculo del PIB.
El PIB tampoco incluye el mercado negro, una importante fuente de ingresos en muchas regiones del globo ni tampoco puede medir la distribución de la riqueza dentro de un mismo país.
La consecuencia es que un PIB que crece no es siempre sinónimo de que la riqueza beneficie a todo al mundo, al contrario.
LA NACION