Los que vivíamos en Ponta Porã, pensábamos que Pedro Juan solo era para que nos fuéramos a la escuela, a los parques y al cine. Los que vivian en Pedro Juan, veían a Ponta Pora, como la mejor opción en novedades de vestir y para dar vueltas por la avenida Brasil. Era cuestión de elegir.
De este modo, los compatriotas tenían negocios en Ponta Porã, pero con clientela mixta. Cito como ejemplo a Patos Restaurante, del gran amigo Pato Acosta y hoteles modernos con administración de paraguayos, como el Hotel Internacional, administrado por el muy querido QuelelaLesme; Café “Ping Pong” de don Raúl Rojas, era una puertita con el espacio reducido a dos banquitos internos, y la cola para el desayuno giraba la manzana. La clientela estaba compuesta tanto de paraguayos como brasileños. Don Raúl, preparaba en vaso, el mejor café con leche del mundo, que venía acompañado de un pan de maíz.
Chopâo (al principio se llamaba Pingâo) era de Claudio Martins, de madre paraguaya. La gran discoteca; Hermanns Club, con administración paraguaya, tenía como propietarios a la familia Doce. La unión física de estos pueblos era geográfica, pero existía una gran persona que se encargaba de unirlos con su carisma y personalidad: era Don Winckler, quien desde su bicicleta con canasta de carga, regalaba una sonrisa enorme, acompañada de su potente voz. De ida a su trabajo y de vuelta, Don Herman Winckler regalaba su buena energía.
Victor Valdés
Servi Libro