La dinamita en gel estaba envuelta en papel madera, como si fuera un paquete común y corriente. Pesaba 1,5 kilos. El plan del Primer Comando Capital (PCC) era volar un paredón de la cárcel de Pedro Juan Caballero para que David Timotheo Ferreira, un brasileño considerado “sintonía” -una especie de jefe o coordinador- de la organización, pudiera escaparse. El explosivo fue descubierto el martes pasado a cinco cuadras del penal, un día antes de que en la Argentina se conociese el arresto de 21 sospechosos que pretendían, a través de un intermediario, introducir en esta ciudad un importante cargamento de fusiles.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich , aseguró a LA NACION que los argentinos detenidos vendían las armas a un intermediario que tenía aquí sólidos contactos en el mundo narco. Las sospechas apuntan a que el armamento sería distribuido al Comando Vermelho y al Primer Comando Capital, los únicos grupos criminales que pueden adquirir esa cantidad de armamento.
El poder de PCC y Comando Vermelho, las dos organizaciones criminales brasileñas que dominan el departamento de Amambay, con bases en Pedro Juan Caballero y Capitán Bado, respectivamente, creció en los últimos diez años, según explicó aquí el jefe del Departamento contra el Crimen Organizado, César Silguero. Se transformaron en una amenaza compleja para la región por la capacidad económica, logística y operativa que poseen, que en algunas zonas de Paraguay les permite incluso superar al Estado, aunque que desde la llegada al poder del presidente Mario Abdo Benítez se puso bajo la lupa este problema.
“Para combatir a estas organizaciones hay que cortar el flujo de su poder económico”, aseguró en diálogo con LA NACION el ministro del Interior de Paraguay, Juan Villamayor.
En la Argentina aparecieron hasta ahora lo que se denomina “lobos solitarios” de estas bandas, pero se sospecha que por ahora su presencia en nuestro país responde solo a inversiones y lavado de activos. El caso más emblemático fue el de Marino Divaldo Pinto Brum, uno de los jefes de Comando Vermelho que arrendó un campo en Santo Tomé, Corrientes, donde montó en esa estancia de 12.000 hectáreas -que fue finalmente decomisada por pedido del fiscal Carlos Schaefer- una pista de aterrizaje para los aviones que traían cocaína de Bolivia y Perú.
Los explosivos y las armas son un combustible inagotable de estos grupos narco en Pedro Juan Caballero. Las balas de alto calibre atraviesan todo lo que encuentran en esta ciudad de 120.000 habitantes, como ocurrió el 15 de junio de 2016, cuando unos 50 hombres armados acribillaron de 12 balazos con una ametralladora calibre 50 -que tiene el poder de fuego de un antiaéreo- a Jorge Raffat Toumani, un narco con vínculos con PCC. Desde ese momento nadie duda de que esta ciudad está “tomada” por este grupo criminal.
Lo mismo ocurre con las cuatro facciones de Comando Vermelho que operan en Capitán Bado. Cuando las coordenadas de esta división geográfica y criminal se traspasan, corre sangre.
En esta dinámica criminal las armas y la muerte sirven para “ordenar” el límite de liderazgo, apoyándose en ejércitos de sicarios. Esa mano de obra, en su mayoría paraguaya, también es utilizada para hacer negocios millonarios cuando los fusiles y los explosivos ingresan en Brasil, cuya frontera aquí es solo una avenida que separa a Pedro Juan Caballero de Pontá Porá.
El miércoles pasado esa zona, donde flamean las banderas de Paraguay y Brasil, se cargó de extrema tensión durante la tarde, cuando un viento caliente surcaba la frontera. De un lado se veía la caravana de autos y camionetas de los policías y miembros de las fuerzas especiales paraguayas que llevaban a uno de los sicarios más sangrientos del Comando Vermelho: Natanael Ferreira de Olivera, quien fue detenido esta semana en Capitán Bado. Iba a ser entregado a Brasil, donde tiene cinco causas abiertas por homicidio.
Del otro lado de la avenida, lo que significa allende la frontera, los policías brasileños esperaban que sus colegas guaraníes les entregaran al “rey de los sicarios”. Temían que este hombre que tiene la cara tatuada con el dibujo de un payaso -lo usan aquellos que mataron a un policía, reveló el oficial Denis Caballero- fuera rescatado por el Comando Vermelho.
Cuando los policías escucharon una ráfaga de disparos desenfundaron sus armas y se agazaparon. Los tiros provenían de la linea Internacional, donde sicarios que se movían en una Toyota Hilux acribillaron a Milciades Barreto Paredes, alias Pantera, un expolicía acusado de tráfico de armas y drogas.
En lo que va de este año se produjeron 32 ejecuciones con sicarios en Pedro Juan Caballero, donde los homicidios se vinculan en su totalidad con los ajustes y venganzas por narcotráfico .
“Si uno no se mete con los narcos, no le pasa nada. El problema es que ellos ya controlan no solo el tráfico de drogas y armas, sino también parte de la economía local”, sostuvo Ricardo Rodríguez, un comerciante del centro de la ciudad, cuyo negocio de venta de electrodomésticos está custodiado por dos hombres con escopetas 12/70.
Los crímenes se repiten del lado paraguayo. Como si fuera un misterio de la geografía, del otro lado de la avenida, en la ciudad de Pontá Porá, se cometen la mitad de los asesinatos. Los sicarios eligen matar en territorio paraguayo. Las órdenes parten la mayoría de las veces de los grupos brasileños, pero las ejecutan asesinos a sueldo guaraníes, que en muchas oportunidades ni siquiera conocen a los “dueños de la muerte”. Si los sicarios caen presos, la organización no corre riesgo. En la mayoría de los casos los asesinatos quedan impunes, señaló una fuente de la Justicia paraguaYa, que admitió las dificultades encontradas para enfrentar al crimen organizado.
Los altos niveles de corrupción en la Justicia y en la policía les dieron la garantía a estas organizaciones criminales para crear un nodo mafioso en Pedro Juan Caballero, que de ser un histórico productor de marihuana -el motivo que atrajo a estas organizaciones- se convirtió en un centro operativo que controla el tráfico de cocaína que proviene de Bolivia y Perú.
Este año el gobierno paraguayo creó una organización especializada para combatir los delitos más sofisticados. “Si el Estado no se fortalece y crea mecanismos para contrarrestar el poder de estos grupos va a ser muy difícil, porque el poder para corromper que poseen estas organizaciones es muy grande, y entablan lazos con la policía, la Justicia y la política”, sostuvo el ministro del Interior.