Me duele Paraguay
Por Estela Valdés
¿Que por ejemplo se puede hacer, como se supone que vamos a defendernos, de qué manera podríamos impedir ser alcanzados por las balas de los criminales que se apoderaron de nuestro país?
No nos basta con conocer el análisis de la policía y de los medios de comunicación que se trataría de enfrentamientos entre grupos rivales provenientes de las favelas de San Pablo y Rio de Janeiro Brasil, que disputan el control de las drogas en Pedro Juan Caballero.
Lo que queremos saber es qué van a hacer para proteger a la sociedad, como piensan ponernos a salvo de estos grupos criminales.
La primera parte de esta historia ya sabemos: se les dejo entrar, se les dejo montar sus cuarteles en nuestro país, porque no pasan desapercibidas personas desconocidas que llegan de pronto, a adquirir mansiones y a recorrer la ciudad en feroces camionetas.
Llama la atención de los vecinos, de la gente del barrio, todos ven que los recién llegados no son padres e hijos, sino hombres y unas que otras mujeres que van y vienen entran y salen sin dar razones ni explicaciones a nadie.
No son del tipo de gente que llega, inscribe a sus hijos en algún colegio de la ciudad, se presenta con los vecinos y crea lazos, en absoluto; se mueven y manejan de otra manera, del tipo de gente que hace sentir su molestia cuando se sienten observados.
Las personas tienen miedo y se callan, en efecto nada pueden hacer, no es competencia de la población, esto es algo que compete al Estado, que debe garantizar la seguridad y la vida de las personas, y es ahí donde está la fisura, es ahí donde hacemos agua.
No se puede concebir una sociedad en la que existen miles niños, de jóvenes estudiantes, futuros profesionales, gente que trabaja duro, sin la posibilidad de poder salir a pasar un buen momento en alguna plaza, en algún restaurant, en alguna disco, porque puede morir ametrallado por criminales extranjeros que disputan el control de la frontera. Eso no puede ser!
¿Qué puede hacer la gente, vestirse de blanco, colgar banderines blancos en las casas y en los vehículos para clamar por la paz y decir nosotros no somos así?, pero a ellos no les importa, van a seguir tiñendo de sangre toda la ciudad.
Los millones de dólares que pagan su estadía en nuestro país, está costando demasiado caro a toda la gente, se está pagando con la vida, con la paz, con el miedo, con la impotencia de todo un pueblo; que es lo podemos hacer?!, abandonar la ciudad? dejar todo atrás?, no es justo, no se puede vivir así.
Cuando de criminales y armas de guerra se habla, todos somos vulnerables, más aún aquellos que tienen algún trato con ellos; esto es irreversible, una vez que ya se les dejo entrar es imposible sacarlos, nadie puede hacerlo, ni quienes les abrieron las puertas, y menos los pobladores, no se puede.
En unos años más, nuestros niños nos van a preguntar porque dejamos que las cosas llegaran a tal punto, van a cuestionarnos, porque no hicimos algo al respecto, y la impotencia que sentimos ahora será aún mayor, la indignación y la vergüenza también seguirán siendo nuestras y nunca de quienes pusieron al país en manos de criminales importados de Brasil