El mejor compromiso que puede adquirir la dirigencia política con el presente y el futuro del país es con la realidad que impera en el mercado del trabajo, en permanente transformación. Lo hemos dicho antes y lo repetimos.
Cuando a un político paraguayo se le pregunta qué propuesta tiene para responder a la creciente demanda de trabajo, la respuesta es invariable: “Hay que industrializar el país, tenemos que traer fábricas…”. La casi totalidad de quienes aspiran a gobernar el país, o que ya lo están haciendo, sigue anclada en el pasado. Cuando en el siglo XVIII se inventa la máquina de vapor y las hilanderías mecánicas, se produce un fenómeno que el historiador económico estadounidense David Saúl Landes describe así: “…complejo de innovaciones tecnológicas que, al sustituir la habilidad humana por maquinaria, y la fuerza humana y animal por energía mecánica, provoca el paso desde la producción artesanal a la fabril, dando así lugar a la economía moderna’’. Era la revolución industrial. La innovación, por lo general, le gana a la política. Los gobernantes ingleses de aquella época no vieron venir la ola ni la reacción de quienes consideraban las hilanderías y los telares mecanizados una amenaza que los dejaría sin trabajo. Algunas instalaciones fueron destruidas a martillazos por los “ludistas” que rechazaban el cambio que, naturalmente, no pudieron detener. Hoy estamos entrando ya a la cuarta revolución industrial que está reemplazando con mayor profundidad el trabajo manual por automatización. Cristopher Mims, columnista de tecnología de The Wall Street Journal, reflexiona: “Esta transformación de la manera en que hacemos las cosas tiene muchos nombres —la cuarta revolución industrial, internet de las cosas industrial, fábricas inteligentes—, pero en el fondo se trata de recoger tantos datos como sea posible de todas las máquinas de una fábrica, enviarlos a la nube, analizarlos con inteligencia artificial y utilizar los resultados para hacer esas fábricas más productivas, menos costosas de operar y más confiables”. El periodista describe también el ambiente robotizado en una fábrica de microprocesadores para teléfonos móviles. “Los únicos humanos presentes están allí –agrega- sólo para arreglar las máquinas que hacen todo el trabajo”.
¿Lejos de nuestra realidad? Según se mire. Un canal de televisión local ha reemplazado la locución tradicional –hombre o mujer hablando ante un micrófono- por un programa sintetizador de la voz humana. Para el empleador, un salario menos que pagar. Para el locutor, dos opciones: o busca trabajo en otro canal o cambia de rubro. Un complejo avícola acaba de incorporar una planta de producción de huevo líquido… que no tiene empleados trabajando, sólo un programa de producción robotizada. ¿Qué harán las personas que hubieran tenido empleo allí por la vía tradicional? Bien, esa es tarea a cumplir por los políticos que aspiren a gobernar el país. Pero que empiecen ya. 5DIAS