La provisión de esta especie no ofreció dificultad alguna en lo que a cantidad respecta, no así en cuanto al tipo o calidad, que fué deficiente por la clase de yerba canchada empleada en la molienda.
Para la elaboración se contó con un solo molino, si bien prácticamente se dispuso de otro que llegó a a elaborar, sin formalizar contrato, a los mismos precios que los establecidos en el Departamento de Administracipon Militar.
Se contrató a razón de 0,30 pesos curso legal por cada quilo elaborado de yerba canchada, corriendo a cargo del Departamento la provisión de envases para la yerba molida.
El precio de elaboración resultó al Departamento de 0,40 pesos por kilo, que comparado con los 0,50 pesos fijados por la Junta resultaba un beneficio del 20 por ciento.
Al igual que con la galleta, cabe también hacer aquí un paréntesis respecto de que este producto de primerísima necesidad durante la Guerra del Chaco. Al soldado paraguayo podía faltarle todo, menos la yerba, la cual era originalmente entregada por las compañías explotadoras existentes en la Región Oriental del país de acuerdo a cupos fijados por la Junta Nacional de Aprovisionamiento.
No ha sido todavía del todo valorado el papel de esta noble infusion en la Guerra. La presencia del cocido y del mate fue menos llamativa que la del “tereré”, aún preparado éste con agua tibia o caliente. Sin embargo, la yerba permitió mimetizar el color y el sabor del agua que debía ser bebida por la tropa, haciéndola mucho más tolerable que si era ingerida al natural.
Para casos extremos (que también se presentaron), en que la orina era el último recurso, la yerba sirvió para hacer menos amargo aquel trago.
Fuente Bibliográfica: “Economía y petróleo durante la Guerra de Chaco”, Alfredo Seiferheld (1983), del informe emitido por la Junta Nacional de Aprovisionamiento al final de la Guerra.