Este procedimiento es el que se utiliza en todas las ciudades del mundo que han recuperado tierras inhabitables para convertirlas en áreas habitacionales, comerciales y de esparcimiento. La figura de la Alianza Público-Privada calza allí perfectamente, porque el municipio asunceno padece una crónica desnutrición financiera que no le alcanza más que para pagar sueldos, tapar baches y, a veces, juntar la basura. ¿Endeudarnos? Mejor es abrirse a la i.
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Por Cristian Nielsen Con todo respeto a su investidura, el señor Arzobispo de Asunción no estuvo muy feliz al expresar que es imperativo dar una solución definitiva al drama de los damnificados aunque eso signifique “endeudarnos por mucho tiempo”. Desde luego, resolver el problema de las inundaciones cíclicas y sus consecuencias posteriores es quizá –junto con las cloacas y los desagües pluviales- la tarea más largamente postergada por generaciones enteras de administraciones municipales asuncenas. Las cosas han sido abandonadas de tal manera y sus consecuencias se han profundizado tanto que hoy, aunque sean “pocas familias” como también aventuró el prelado, manejar este asunto es de una enorme complejidad. Primero, esas tierras están siendo habitadas ilegalmente y al margen de las medidas que aconsejan las cotas de habitabilidad. Por lo tanto, es improcedente considerar que les pertenecen a quienes hoy las ocupan. Para que ello sea posible legalmente, habrá que recurrir a obras de ingeniería hidráulica de gran magnitud cuyo costo podría equiparar al de las construcciones que en ella se instalen. Esas áreas, una vez convertidas en habitables, serán propiedad natural del municipio asunceno. Y es bueno que antes de repartirlas como mercancía electoral, las autoridades de esa cercana o remota administración vean muy bien cómo lograr que todo el emprendimiento se autofinancie. Por ejemplo, concesionando espacios para construcciones diversas, entre ellas y con adjudicación asegurada, las viviendas de las familias censadas antes de empezar todo. Allí el municipio sí podrá obrar como ente regulador para evitar excesos y poner tales unidades habitacionales al alcance de las familias más humildes que hoy habitan en charcos, lodazales o simplemente, al borde de la bahía. Lo demás tendrá un valor inmobiliario de mercado nada despreciable, un patrimonio emergente que la comuna tendrá que manejar con cuidado. Este procedimiento es el que se utiliza en todas las ciudades del mundo que han recuperado tierras inhabitables para convertirlas en áreas habitacionales, comerciales y de esparcimiento. La figura de la Alianza Público-Privada –que arranca ronchas y alaridos en los sectores más ideologizados- calza allí perfectamente, porque el municipio asunceno padece una crónica desnutrición financiera que no le alcanza más que para pagar sueldos, tapar baches y, a veces, juntar la basura. ¿Endeudarnos? Disculpe, señor Arzobispo, mejor es abrirse a la inversión. Y abandonar definitivamente ese discurso lastimero, de la épica del sacrificio y el lamento que no lleva a ninguna parte. Mario Ferreiro tiene una buena oportunidad, pero sólo una, que no deberá malograr con decisiones políticas erróneas. La tuvieron a su tiempo Martin Burt, Enrique Riera y Evanhy de Gallegos… que no supieron que hacer, no por ausencia de proyectos sino por falta de políticas acertadas. Entones, a no equivocarse, don Mari
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