Entre las endebles casuchas de madera levantadas por familias de Asunción que tuvieron que alejarse de las orillas del río Paraguay debido a su crecida no asoma ningún indicio de la campaña electoral para las presidenciales del próximo 30 de abril.
“No me interesa. Nosotros no vamos a votar”, dice en el barrio Tacambú, en la periferia de la capital, Albino Cubas, de 41 años, al hablar en nombre de su familia.
“No hay una propuesta seria para la gente pobre”, expresa con amargura este hombre que acaba de regresar de su guardia como vigilante privado.
Junto con su esposa, dos hijas adolescentes y un niño, Cubas está instalado desde hace más de un mes en un terreno municipal, forzado por las inundaciones que trajo la subida de las aguas del río Paraguay.
Todos duermen en una sola habitación. La Intendencia de Asunción les dio dos baños químicos, que comparten con otras 10 familias, de las 60 que se han refugiado temporalmente en el predio de unas 10 hectáreas rellenadas a cinco metros de altura con arena extraída del cauce natural.
“Vienen los políticos y prometen cualquier cosa. No hay candidato que nos pueda servir. Nosotros no vamos a votar”, repite pocos días antes de las elecciones en las que se enfrentarán el joven economista Santiago Peña, del oficialista Partido Colorado, y el líder opositor Efraín Alegre, al frente de una coalición de centro-izquierda.
En la periferia de Asunción se mezclan las familias llegadas hace más de 50 años con hijos y nietos nacidos ya en la ribera del río, con otros habitantes más recientes, migrantes del norte que compraron sus derechos a los que se integraron a la ciudad.
Se dedican al reciclaje de basura, el trabajo doméstico, el cuidado de ancianos y enfermos, y también a la pesca.
El censo de 2022 constató el aumento de la población de este tipo de villas. “En la pandemia teníamos registrado 2.500 familias. Hoy estamos por encima de 3.000″, revela el líder de base del barrio Tacambú, Víctor Hugo Fernández.
– LA RIQUEZA DEL RÍO –
En contraste, la crecida del río favorece al próspero transporte fluvial de productos agrícolas.
Con unas 3.000 embarcaciones para el transporte de la soja y granos, Paraguay cuenta con la tercera flota de barcazas más importante del mundo, después de China y Estados Unidos, según la Organización Marítima Internacional.
En los astilleros cercanos a Asunción se construyen desde las embarcaciones más simples hasta buques autopropulsados y empujadores de alta tecnología.
Guillermo Ehreke, directivo del Centro de Armadores Fluviales y Marítimos, asegura que el negocio va en aumento y que por la hidrovía Paraguay-Paraná que desemboca en el Río de la Plata también circulan naves graneleras de bandera brasileña y de minerales de Bolivia.
“Paraguay tiene dos países: uno que produce y disfruta del bienestar y otro que tiene sus problemas para llegar a fin de mes. Hay una diferencia importante entre un cierto nivel social que tiene toda su vida asegurada y otro que tiene que remarla día a día”, dice Ehreke.
Ángel Devaca Pavón, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica, sostiene que “se vive una democracia social y política, pero no económica”.
Atraídos por el bajo nivel impositivo, que no excede el 10%, empresarios argentinos, brasileños, uruguayos, estadounidenses y ahora también de Europa se introducen en este mercado barato y seguro para hacer negocios.
A través de la hidrovía salen anualmente un promedio de 10 millones de toneladas de soja, 4 millones de toneladas de maíz y 2 millones de toneladas de arroz, según la Cámara de Cereales y Oleaginosas.
– POBREZA –
La reducción de estas diferencias ha sido reclamada incluso por el papa Francisco.
“No podemos ni debemos aceptar la pobreza y el hambre en naciones que gozan de todos los generosos aportes de la naturaleza: aguas puras, tierras aptas, aire limpio”, expresó Francisco en un mensaje a un foro de jueces paraguayos que se reunió en marzo en Asunción.
“Si los jueces no hacen nada para evitar que exista la pobreza en un país naturalmente rico, se abren las puertas a nuevos discursos totalitarios”, añadió.
Pese a las carencias, el índice de Gini, que mide la desigualdad, ha experimentado una mejora en los últimos años, al pasar de 52,3 en 2011 a 42,9 en 2021, según el Banco Mundial.
Para 2023 el Banco Central de Paraguay prevé un aumento del PIB en 4,8%. Pero la pobreza alcanza a 24,7% de los 7,5 millones de habitantes y la pobreza extrema a 5,6%, según la encuesta de hogares de 2022 por el Instituto Nacional de Estadísticas.
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