Raquel Coello, Especialista Regional de ONU Mujeres en Empoderamiento Económico, una de las expositoras.
Si bien las mujeres mejoraron su acceso a ingresos propios, las brechas persisten.
Días pasados se presentó el informe denominado “El Progreso de las mujeres en América Latina y el Caribe 2017. Transformar las economías para realizar los derechos”, organizado por ONU Mujeres Paraguay con el apoyo del Ministerio de la Mujer.
La representante de ONU Mujeres en Paraguay, Florence Raes, manifestó que el empoderamiento económico es una de las estrategias, o más bien una prioridad de trabajo, tanto en la región, como en el Paraguay para reducir los niveles de desigualdad y de pobreza, sobre todo en lo que respecta a las mujeres en situación de mayor vulnerabilidad, como las mujeres rurales, mujeres indígenas, jóvenes. “No solamente es imprescindible para los derechos de las mujeres, sino que el empoderamiento económico de las mujeres se ha planteado al corazón de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional, porque sin eso no lograremos los otros objetivos”, aseveró.
El informe del Progreso de las mujeres en América Latina y el Caribe fue presentado días pasados.
“Desde 1990 hasta hoy hemos tenido en la región avances significativos, en términos de indicadores de igualdad entre hombres y mujeres, pero también de crecimiento económico de ciertas políticas sociales, como de protección social o de reducción de la pobreza. ONU Mujeres tiene como misión brindarles más datos y evidencias estadísticas desde el gobierno, sociedad civil, actores económicos y otros y ha invertido en la redacción de un informe regional para América Latina y el Caribe, mirando a cada país de forma más detallada”.
Un avance significativo pero incompleto
Por su parte, Raquel Coello, Especialista Regional de ONU Mujeres en Empoderamiento Económico, mencionó que las mujeres mejoraron su acceso a ingresos propios, pero las brechas salariales persisten.
“Si bien las brechas entre mujeres y hombres en el acceso a ingresos propios han disminuido a lo largo de la última década, las diferencias siguen siendo considerables. Todavía en el 2014, más del doble de las mujeres eran más propensas a no contar con ingresos propios que los hombres (28,9% en comparación con el 12,5%)” expuso.
Las brechas entre mujeres y hombres en el acceso a ingresos propios han disminuido a lo largo de la última década, pero las diferencias siguen siendo considerables.
Pese a la reducción de la pobreza en los países latinoamericanos y caribeños, y a la contribución que la participación de la mujer en el sector laboral ha tenido para esta reducción, la pobreza se ha feminizado cada vez más durante la última década. Entre 2002 y 2014, mientras la pobreza bajó en casi 16 puntos porcentuales, el índice de mujeres en situación de pobreza aumentó 11 puntos porcentuales. Esta cifra se refiere al porcentaje de mujeres pobres de entre 20 y 59 años de edad, en proporción a los hombres del mismo grupo etario. Para 2014, el porcentaje de mujeres pobres era 18% más alto que el de los hombres.
El progreso que se ha logrado ha sido desigual entre las mujeres. Las mujeres migrantes, indígenas y afrodescendientes están sobrerrepresentadas en los trabajos más precarios y de menor salario. En la región, las mujeres indígenas permanecen en el fondo de la jerarquía de ingresos, mientras que las mujeres con menos educación son más vulnerables a dinámicas familiares patriarcales.
Escaleras al empoderamiento económico: escenarios desiguales
El informe identifica tres diferentes realidades definidas por factores estructurales que interactúan con el género, como niveles de ingresos, niveles educativos, edad del primer embarazo, etnicidad y raza. En un primer extremo se encuentran las mujeres en “pisos pegajosos”: aquellas que tienen educación primaria baja e ingresos familiares bajos. Su participación laboral es limitada y significativamente menor que la de los hombres. En el otro extremo se encuentran las mujeres con educación terciaria e ingresos familiares altos, pero que aun así chocan con los llamados “techos de cristal” que limitan su crecimiento y acceso a posiciones de toma de decisiones. Aunque este grupo se encuentra en una trayectoria más positiva que la de los otros dos, las mujeres que lo integran también se desempeñan en contextos laborales de discriminación y de segregación ocupacional que se manifiestan en la brecha salarial, que también afecta a las mujeres en otros niveles, y una carga desproporcionada del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, en comparación con los hombres.
Por otra parte, en el medio está el grupo de mujeres en “escaleras rotas” que son aquellas que tienen niveles intermedios de empoderamiento económico, pero con ganancias inestables y vulnerables a los cambios; participación laboral volátil y creciente dificultad para conciliar empleo y trabajo doméstico y de cuidados.
Evitar el retroceso, superar los obstáculos y avanzar en el empoderamiento económico de todas las mujeres
Si bien América Latina y el Caribe se encuentran en una encrucijada de enorme relavancia para el empoderamiento económico de las mujeres. Tras un periodo de prosperidad, progreso social y consolidación democrática, muchos países están experimentando una desaceleración económica, polarización social, desconfianza de los gobiernos y en ciertos casos, crisis políticas.
En lo que respecta a la formulación de políticas públicas, el desafío es doble: proteger las conquistas en materia de igualdad de género frente a la desaceleración económica y continuar superando los obstáculos que todavía se interponen al empoderamiento económico de las mujeres.
Paraguay
De acuerdo a lo señalado por Verónica Serafini, economista paraguaya, un hecho importante para Paraguay es que todavía tiene un gran porcentaje de población rural, frente al promedio Latinoamericano y eso le da un cariz importante no solo por el acto en sí, sino también por la conflictividad social.
Verónica Serafini, economista paraguaya.
“Los principales conflictos hoy en Paraguay son los que tienen que ver con el sector rural, en el campo. Y los principales conflictos en la ciudad tienen también que ver con eso. Por ejemplo, los conflictos que tenemos con los cuidacoches, limpiavidrios y vemos esa franja etaria y le preguntamos de dónde provienen, son del sector rural. Si miramos el sector rural, el bono demográfico no existe. Todos esos jóvenes vinieron a las ciudades a buscar empleo y las últimas encuestas trimestrales de empleo, muestran que hay un agudizamiento del desempleo. Es decir, lo que pasa en la ciudad está en directa relación con lo que está pasando en el sector rural” explicó.
Verónica también explicó que el cambio climático nos está afectando en dos ámbitos: primero en la crisis campesina que se traduce en el aumento de los precios de las ciudades, eso afecta a la inflación y nosotros hemos conseguido mantener o disminuir la pobreza, en parte por una inflación baja.
“Cuando aumenta la inflación, automáticamente aumenta la pobreza y eso a su vez impacta en las relaciones de género. Porque son las mujeres las que con menores recursos, tratar de mantener los niveles de consumo y de inversión en los hogares, cuando hay inflación, cuando se reduce el gasto público; disminuyen los días de internación, disminuyen los días de fisioterapia en el sector público. Todas esas cuestiones se trasladan a las familias y cuando hablamos de enfoque familiar en las políticas públicas, a la larga termina siendo mayor sobrecarga en las mujeres” puntualizó
La Nacion