El laberinto del ex presidente de Brasil, Lula da Silva
El círculo se está cerrando para Lula, el ex presidente de Brasil (2003-2010). Aparece en la foto con su ahijada política, Dilma Rousseff, destituida por el Congreso por maquillar las cuentas públicas.
San Pablo, Brasil. AFP
Luiz Inácio Lula da Silva tiene una obsesión: volver a presidir Brasil en el 2018, pero el camino se retuerce cada vez más para el patriarca de la izquierda, condenado por corrupción y atrapado en un laberinto judicial que puede llevarlo a la cárcel. “El círculo se está cerrando sobre Lula”, valoró a la AFP el analista político David Fleischer, profesor emérito de la Universidad de Brasilia, al día siguiente de una manifestación convocada en su favor por el Partido de los Trabajadores (PT), que solo consiguió movilizar a unos cuantos miles de partidarios.
Lula fue condenado la semana pasada por el juez Sergio Moro a nueve años y medio de cárcel como propietario de un apartamento tríplex en el balneario de Guarujá (San Pablo), ofrecido por la constructora OAS a cambio de su influencia para obtener contratos en Petrobras. Moro decretó además esta semana el bloqueo de todas las cuentas bancarias y bienes del ex mandatario de izquierda (2003-2010), incluyendo dos planes de jubilación que sumaban 9 millones de reales (2,8 millones de dólares al cambio actual).
El magistrado, erigido por muchos en símbolo de la lucha anticorrupción, convocó al ex presidente, que niega todos los cargos, a un interrogatorio el próximo 13 de setiembre por la segunda causa de las cinco que enfrenta, aunque la audiencia podría realizarse por teleconferencia.
Argumentando que pretendía evitar el “trauma” de arrestar a un ex jefe del Estado, Moro autorizó a Lula a recurrir su primera condena en libertad, dejando su futuro en manos de un tribunal de segunda instancia con sede en Porto Alegre (sur).
Las miradas están puestas ahora en los tres jueces de esa corte, que podrían abrirle las puertas de Brasilia o de la cárcel, en una decisión que, según los expertos, demorará alrededor de un año.
“Lula está tratando de mantener una imagen positiva para la elección del 2018, pero eso es cada vez más difícil”, añadió Fleischer, en referencia a las elecciones generales previstas para octubre del año próximo