A partir del hallazgo de un túnel que conectaba el búnker de Hitler con el aeropuerto, expertos refotan la teoría de un posible escape y la Argentina es señalada como el sitio elegido por el Führer . Un documental de History Channel revive el misterio.
“Si Adolf Hitler fuera mi jefe y tuviera que ocultarlo, lo llevaría a la Argentina, sin dudas. A Misiones, a la Triple Frontera. Ese sería el lugar perfecto”, afirma Bob Baer, un ex agente de la CIA responsable de guiar una investigación sobre el dictador alemán que convocó a expertos de todo el mundo para analizar unos 700 documentos del FBI que fueron desclasificados en 2014 por decisión del presidente norteamericano, Barack Obama, y que contienen información hasta ahora secreta sobre la investigación que hizo Estados Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial, para dar con su paradero.
“Incluso hoy, Argentina sería el lugar más seguro donde esconderlo”, dice Baer en una entrevista en Berlín con La Nación revista. Baer trabajó por 21 años en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y en sus últimos años integró un grupo de elite dedicado al rastreo de terroristas. Fue parte de la operación Saddam Hussein y hoy es un reconocido experto en inteligencia militar a nivel mundial. Su historia fue llevada al cine en Syriana, y George Clooney ganó un Oscar en 2006 por encarnar a Baer.
Ahora el ex agente fue convocado por el canal History Channel, junto con un grupo de expertos en distintas áreas, para investigar la muerte de Hitler, no como un hecho histórico sino como un caso actual. ¿Hay suficiente evidencia para sostener que Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945 en su búnker, en Berlín? La investigación de este grupo de expertos se puede ver en la serie de ocho capítulos que History puso en pantalla desde esta semana y que en su gran mayoría fue rodada en la Argentina: Hunting Hitler.
“No encontramos pruebas concluyentes sobre el suicidio. En cambio, sí mucha información que indica que podría haber escapado a Argentina”, revela Baer.
“Hoy, si estuviéramos investigando la muerte de un personaje de semejante relevancia, con la información disponible concluiríamos que no hay evidencia para determinar que Hitler se haya suicidado”, agrega Tim Kennedy, un sargento de primera clase del Séptimo Grupo de Fuerzas Especiales del ejército de los Estados Unidos, que trabajó en Medio Oriente por once años y que fue parte del grupo encargado de certificar la captura y muerte de Ben Laden.
¿Y si no se suicidó, cómo escapó? ¿Hacia dónde? “Tenemos suficientes indicios para creer que escapó hacia la Argentina. Era un lugar seguro. Allí podría haber vivido una larga y feliz vida, rodeado de nazis y sin ser descubierto jamás”, agrega Kennedy. ¿Por qué hoy no se puede confirmar que se haya suicidado? Uno de los documentos analizados es un memo del 8 de mayo 1947, del legendario director del FBI, J. Edgar Hoover: “Los oficiales del ejército estadounidense en Alemania no han localizado el cuerpo de Hitler ni hay ninguna fuente fiable que pueda decir sin dudas que Hitler está muerto”. Y agrega: “Existe la posibilidad de que esté vivo”.
“No hubo testigos visuales del suicidio. Nadie vio su cuerpo. ¿Ninguna persona de su entorno levantó la frazada que lo cubría antes de prenderle fuego? No es muy creíble”, dice Kennedy. Tampoco, dice, hubo pruebas de ADN. La única persona que relató haber visto el cuerpo de Hitler fue Heinz Linge, uno de sus edecanes, a quien, momentos antes del supuesto suicidio, le habría dado instrucciones de quemar su cuerpo y el de su esposa en la plaza de la Cancillería, afuera del búnker.
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Aunque desde los primeros días se alimentó la teoría conspirativa, a lo largo de los años los libros de historia han contado la versión del suicidio basados en el relato del historiador británico Hugh Trevor Roper, agente de inteligencia militar que en 1945 recibió el encargo gubernamental de investigar la muerte de Hitler para rebatir las insinuaciones soviéticas de que aún estaba vivo bajo la protección de los aliados occidentales. La versión oficial, ampliamente aceptada, dice que el 29 de abril de 1945 Hitler se encerró en su búnker. Esa noche, se casó con la mujer que lo había acompañado sus últimos años, Eva Braun; escribió su testamento político y horas más tarde ambos se suicidaron, sin testigos, en una oficina. Los dos tomaron cianuro, pero Hitler, además, se disparó. Tal como Hitler les había indicado, sus colaboradores esperaron 15 minutos para entrar. Linge, el edecán, relató haberlos visto muerto, él con un disparo en la cabeza y ella doblada sobre las rodillas. De inmediato, cubrió los cuerpos con frazadas. Nadie más los vio. A los cuerpos los sacaron envueltos en una alfombra. Los llevaron a la plaza de la Cancillería, los rociaron con combustible y les prendieron fuego.
Los restos de esa hoguera se conservaron en el búnker. Cuando los soviéticos llegaron, el 2 de mayo, se apoderaron de ellos. Muchos años más tarde, con la caída de la Unión Soviética, se pudo recuperar ese cofre. En 2009, un científico consiguió someter esos restos a un análisis de ADN. Encontró material genético de una sólo persona: una mujer de unos 30 años. ¿Eva Braun? Probablemente. Pero hay un hallazgo que comienza a evidenciar grietas en la versión oficial. Había una parte de un cráneo: en él, la marca de un disparo. En el capítulo 2 de Hunting Hitler, Baer entrevistó al científico que analizó esta prueba. Su hallazgo contradice la versión del suicidio. El cráneo era de una mujer, pero según el relato oficial, Eva no se había disparado sino que había caído muerta tras tomar el veneno. Los investigadores de History enviaron un equipo para rastrear a la única descendiente viva de la familia de Braun, en el sudoeste de Alemania. Analizar su ADN y cotejarlo con el de los restos que quedaron en poder de los soviéticos permitiría cerrar uno de los grandes misterios del siglo XX. Pero la mujer no accedió a la prueba.
Al someter los documentos del FBI a un software especializado, Baer y su equipo encontraron que se produjo una fuga masiva de nazis desde el aeropuerto de Tempelhof, en Berlín, a partir del mismo día en que Hitler fue visto por última vez, el 21 de abril. “¿Cómo hubiera podido escapar Hitler en una ciudad en llamas para llegar al aeropuerto?”, se pregunta Kennedy. “Era el hombre más buscado de la tierra. Ni siquiera a bordo de un tanque lo hubiera conseguido”, afirma Sascha Keil, un historiador alemán, de la Berlin Underworlds Association, que se sumó al equipo y que parece haber dado con la llave de esa parte de la historia. ¿Si no se suicidó, hacia dónde pudo haber escapado? O incluso, ¿cómo?
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Bajo tierra
El túnel está oscuro y no se ve nada. Sascha lleva la linterna y actúa como guía del grupo de periodistas que fuimos invitados como parte de la presentación de la serie para recorrer uno de los túneles secretos que conectan el aeropuerto de Tempelhof con el búnker de Hitler. A partir de 1930, Hitler ordenó construir kilómetros de túneles bajo Berlín que conectaban una red de búnkers estratégicos. Sus enemigos podían tomar las calles, bombardear desde el aire, pero nunca podrían acceder a esa red de refugios. De hecho, varios meses antes de su caída, Hitler había trasladado la sede de su gobierno bajo la Cancillería. Hoy, allí, no hay nada. No hay rastros de la historia, ya que cuando los soviéticos tomaron Berlín, contaminaron la escena y después incendiaron las ruinas. Hoy ese búnker está completamente cerrado. Sólo una placa, en la superficie, recuerda que allí se jugó el final del III Reich. Hoy, allí funciona un estacionamiento y los turistas se sacan fotos.
Bajo tierra, la historia es otra. Hay cuatro salidas o accesos al búnker de Hitler. Sin embargo, ninguno de esos caminos permite acceder al aeropuerto. Faltan apenas 200 metros de conexión.
Sascha nos conduce por los túneles que salen de Tempelhof, que hoy ya no opera como aeropuerto. Nos trasladamos en la oscuridad hasta un búnker de documentación del III Reich. Allí se almacenaban toneladas de material fílmico, audio y papeles. También las pruebas de entradas y salidas al país. Hay decenas de habitaciones construidas a más de 30 metros bajo tierra y olor a barro. Hay túneles que entran y salen y que podrían ofrecer un perfecto refugio para miles de personas ante un bombardeo aéreo. Los túneles conectaban, mientras que los búnkers, con sus complejos sistemas de respiración, permitían permanecer bajo tierra, durante semanas, a sus ocupantes
El búnker del aeropuerto fue construido para evitar que quien desconociera de su existencia entrara en él. Había paredes falsas que bloqueaban su acceso. Fue así que, cuando los soviéticos accedieron, hicieron estallar granadas para derrumbar la pared. Entonces, todo el material de archivo, altamente combustible, se prendió fuego. Esto hizo que el edificio ardiera por dos semanas.
Hace dos años, Sascha, obsesionado con encontrar la respuesta al misterio del búnker sin conexión, comenzó a caminar los túneles en la zona del aeropuerto. Así fue como se encontró con un recorrido que tenía dos manos de circulación, pero, en un punto, una de las manos daba con una pared de ladrillos y concluía abruptamente. Se preguntó qué había detrás de esa pared. Analizó los planos y tuvo la intuición de haber dado con una revelación histórica. ¿Ese túnel, que nacía en el aeropuerto y moría en aquella pared, conectaba en realidad con los túneles del subterráneo? Más precisamente con la línea U6. Esa pared ocultaba la conexión. De comprobar eso, resolvería el misterio de los 200 metros inconexos entre el túnel que llevaba al búnker de Hitler y el aeropuerto. “Lo cierto es que en esos días, la ciudad estaba sitiada. El subterráneo no circulaba. Esos túneles podrían haber sido el camino que conectara con el aeropuerto”, explica Sascha.
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Cuando el equipo de History Channel se puso en contacto con este historiador, le ofreció utilizar la tecnología más sofisticada de radares que utiliza el ejército norteamericano para estudiar qué había detrás de la pared.
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Finalmente, cuando volvimos a la superficie, Sascha nos condujo sobre tierra por los 200 metros que separan uno y otro túnel. Bajamos al subte y allí nos encontramos con la pared que podría guardar el misterio del final de Hitler. “¿Y qué esperan para tirarla?”, fue la pregunta obligada. “Tenemos que conseguir los permisos”, dice. Cuando colocaron los radares contra la pared, quedaron sorprendidos. Primero detectaron el marco de una puerta, y después una cavidad, compatible con el túnel que llevó a Sascha hasta el otro lado de la pared. “Sentí que estaba en uno de esos momentos eureka”, dice entusiasmado.
Pero, entonces, si efectivamente esa pared probara que Hitler podría haber huido, por ese mismo túnel, hacia el aeropuerto. ¿hacia dónde escapó?
Los investigadores cuentan con un programa que permite cruzar datos y geolocalizaciones que aparecen en los 700 archivos del FBI. Baer lo activa, y pide que le muestre los lugares en los que los que alguien informó haber visto a Hitler entre el 25 de abril y el 25 de julio de 1945, que es el período en el que el dictador habría estado más expuesto porque se estaría trasladando de un lugar a otro. A continuación, se encienden puntos rojos en España, en Brasil, en Colombia y en otras partes del mundo. El mapa de la Argentina, en cambio, parece tener varicela. “Claramente Argentina es el lugar”, dice Baer.
Otros dos documentos del FBI son más específicos. Uno, de agosto de 1945 reveló que Hitler estaba viviendo en un gran sótano debajo de una hacienda junto a cientos de nazis. Otro, de noviembre de ese año, habla de que se encuentra en un establecimiento rural, en una locación a 1086 kilómetros al oeste Florianópolis y a 724 kilómetros al nornoroeste de Buenos Aires. El cruce de ambas coordenadas ubica el punto en una zona rural y el pueblo más cercano es Charata, en Chaco.
Hacia allí viajaron los investigadores y encontraron un extraño bunker construido debajo de una chacra, en la mitad de la nada. ¿Allí se habría refugiado Hitler? “Estábamos hablando de algo que ocurrió 70 años atrás, sin embargo, todavía aparecía el miedo a hablar”, cuenta Kennedy. A medida que entrevistaban a los habitantes de Charata, el equipo de History Channel comenzó a recibir presiones. “Cosas extrañas ocurrían, como que la gente del hotel nos dijo que no tenía cuartos, o que en un lugar donde buscábamos otro búnker alguien trasladara cinco toneladas de ladrillos para impedir nuestra tarea. Un día, en las afueras de Charata, apareció un grupo de hombres en scooters, con machetes, para amenazarnos de que nos fuéramos del pueblo”, relata Tim Kennedy.
El análisis de los datos llevó a los investigadores a la selva misionera, en la Triple Frontera, donde un grupo de arqueólogos recientemente encontró un sistema de construcciones con capacidad para autoabastecerse de agua y energía. Uno de los documentos del FBI alertaba que en Misiones los nazis controlaban “un sistema de caminos sólo conocido por ellos, entre Brasil, Paraguay y la Argentina”. Allí, se reunieron con los arqueólogos Philip Kiernan y Daniel Schavelzon, que exploraban ese misterioso complejo en el que ya hallaron elementos nazis y pruebas de una opulencia inexplicable para la selva.
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¿Es difícil investigar a Hitler hoy en la Argentina?
“De todos los lugares a los que fuimos, Argentina fue el más difícil. Y Bariloche, el peor”, agrega Kennedy.
Cuando se les pregunta si tuvieron trabas a nivel gubernamental, Kennedy y Bob Baer coinciden en que hubo quienes los ayudaron, como la Prefectura, y quienes les pusieron piedras en el camino. “Ustedes tienen problemas políticos. Siguen divididos entre peronistas y antiperonistas. Y como Perón era fascista, algunos de sus seguidores no nos han abierto las puertas para la investigación”, ensaya el militar norteamericano.
Baer lo describe de otra manera: “En la Argentina hay una cultura del secreto que se ha practicado por generaciones. Hay ciertas verdades que nunca se van a llegar a saber. Los ataques a la comunidad judía en 1992 y 1994. Eso fue mucho más reciente y todavía ustedes no tienen una explicación definitiva de lo que ocurrió. En la Argentina es muy difícil llegar a la verdad. Hay mucha gente que es intocable. Claramente no es un país proiraní, pero tienen un fiscal muerto… Y tienen extraños convenios petroleros…”
Baer insiste en que en la Argentina es difícil llegar a la verdad y que hay personas y regiones que resultan intocables. “La Triple Frontera es una región que ha resultado impenetrable hasta para la CIA. Nunca pudimos establecer un puesto allí, ni acceder a escuchas telefónicas, ni a la metadata de las llamadas. Incluso el narcotráfico y el contrabando allí son parte de un mundo al que no hemos tenido acceso. Por eso digo, que, con mi conocimiento sobre este tema, si yo fuera una autoridad nazi, tratando de esconderme, buscaría llegar a la Argentina, a la Triple Frontera. Simplemente -concluye-, es el escondite perfecto.”
Fotos: History Channel, Ole Begemann, Berliner Unterwelten E.V. y AFP
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