Brasil tiene el mayor superávit agrícola del mundo, con US$ 34.000 millones en 2020, lo que representa más del 5% del PBI; y esta es la causa fundamental de que el saldo neto favorable de su intercambio internacional sea superior a US$ 60.000 millones anuales en los últimos 6 años.
Todo esto lo hace con una superficie de tierra fértil, inmediatamente productiva, de 62 millones de hectáreas, a la que hay que sumarle 204 millones de hectáreas del Cerrado que son potencialmente utilizables, sólo condicionadas por el desarrollo de la infraestructura y la fertilización de sus suelos –tarea de Embrapa, la gran agencia de innovación del agro brasileño-; y este inmenso espacio tiene su epicentro en el oeste de Brasil, con eje en el Estado de Mato Grosso, el norte y el nordeste del territorio del país.
FAO/Ocde estima que Brasil es el único país agrícola del mundo que está en condiciones de aumentar su producción 40% o más en los próximos 10 años, lo que llevaría su superávit agroalimentario de US$ 34.000 millones anuales a mas de US$ 50.000 millones por año. Esto ratifica su posición de primera potencia global en materia agroalimentaria, por encima de Estados Unidos.
Los costos de producción del agro brasileño son un tercio menores a las de sus competidores. Una tonelada de azúcar en Brasil exige invertir US$ 158, en tanto que en sus principales competidores requiere US$ 250.
Hace 2 años fue legalizada la utilización de semillas de soja genéticamente modificadas (GM). Esto significa que la diferencia de costos de su producción de un tercio o más se va a ampliar entre un 30% y un 40% en los próximos cinco años. Hasta ahora las semillas GM de soja eran contrabandeadas en gran escala desde la Argentina.
La demanda china es la contrapartida y el impulso esencial de la pujanza exportadora de la agricultura brasileña.
La República Popular importa entre 90 y 100 millones de toneladas de soja por año, y compra entre 70% y 80% de la producción de soja de Brasil, y es de lejos el principal exportador de este producto al mercado chino.
Por eso, China le ha ofrecido a Brasil créditos por US$ 100.000 millones a través del Banco de los Bric’s para el desarrollo de su infraestructura.
El carácter ruin o inexistente de la infraestructura (caminos, puertos, líneas de electricidad, etc) es el factor fundamental que limita el despliegue del inmenso potencial agrícola de Brasil, y hace que sus gastos de transporte aumenten más de 40%.
Entre los proyectos de infraestructura, el esencial es el desarrollo del Ferrograo, que uniría la producción de granos de Mato Grosso hasta el puerto de aguas profundas de Sao Luis en el Estado de Maranhao en el extremo norte del país, a lo largo del río Tapajos, afluente del Amazonas. Esto permitiría la expansión y el movimiento de 40 millones de toneladas de soja adicionales destinadas a China.
El agro de Brasil representa 22% del producto y casi 50% de sus exportaciones; y la producción de soja alcanzó a más de 130 millones de toneladas el año pasado, lo que significa que casi se duplicó en 10 años (era de 75 millones de toneladas en 2010); y en el mismo periodo la producción de maíz también se multiplicó por dos, hasta alcanzar a 108 millones de toneladas en 2020.
La situación de la producción brasileña de agroalimentos se puede resumir en estos términos: utiliza aproximadamente 65 millones de hectáreas de tierra labrada para producir 257 millones de toneladas de granos y 67 millones de toneladas de frutas y hortalizas. Además, posee un rodeo de más de 200 millones de ganados vacunos, que es el mayor del mundo, sin contar el de India que esta fuera del mercado por motivos religiosos.
También Brasil puede incorporar de manera inmediata entre 50 y 60 millones de hectáreas de tierras de menor calidad, que hasta ahora se utilizan en el desarrollo de la ganadería extensiva a su matriz productiva, cuyo epicentro es el Estado de Mato Grosso.
De esa manera puede aumentar su producción de agroalimentos más de 40%, quizás 50% en la próxima década.
El agro brasileño tiene una dimensión mundial; y junto con la producción argentina, de mayor calidad y productividad, y la del resto de los países del Mercosur constituye la principal plataforma de producción de proteínas del siglo XXI.
Esta plataforma proteínica es la base material de un posible protagonismo en la política mundial de la alianza estratégica formada por Brasil y la Argentina desde la década del 90’, y constituye la razón de ser del Mercosur.
Lo que importa en un país y en una región del mundo globalizado son sus fuerzas y no sus debilidades.
Fuente: Clarín, Argentina.