Desde que hace tres meses echaran a andar su negocio, la popularidad de las “Hermanas del Valle” no ha dejado de crecer. En su granja en el valle central de California (EE.UU.) cultivan cannabis orgánico y elaboran productos medicinales que se venden a consumidores de todo el mundo.
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Con hábito de monjas, las hermanas del Valle se hacen ricas con marihuana. Foto: vanguardia.com.mx.
EFE
Dicen que el hábito no hace al monje. Kate y Darcy tienen un instinto demoníaco para los negocios aunque vayan vestidas de monjas y son parte de una tendencia al alza en el “Estado Dorado”: negocios que florecen a la espera de que el electorado dé en noviembre su veredicto sobre la legalización del consumo recreativo de la marihuana.
En el futuro “averiguaremos que hemos sido diseñados para consumir esta medicina (cannabis, cáñamo) y que funcionamos mejor como sociedad cuando adoptamos una medicina y una dieta basada en las plantas”, aseguró en una entrevista la hermana Kate.
Devotas confesas de Bernie Sanders, el precandidato presidencial demócrata al que Hillary Clinton derrotó este martes en las primarias de California, según las proyecciones de voto, las monjas promulgan un modelo de negocios matriarcal que sitúa a la mujer como eje central de las operaciones y que dignifica a los trabajadores con salarios mínimos de 15 dólares la hora.
El activismo es una parte central del discurso que promulgan. Kate, la mayor de las dos monjas, dio vida al personaje de “Hermana Occupy” durante el movimiento de los indignados de 2011, cuando miles de personas se echaron a las calles del país para denunciar la mala praxis de las entidades bancarias y de los gigantes corporativos.
La misión de las hermanas es, según ellas dicen, quitarle el poder a las farmacéuticas y a los entramados corporativos, ponerlo de nuevo en manos de la clase trabajadora y estimular la economía local.
Para lograrlo, han trazado alianzas estratégicas con socios de la zona que comparten su visión. Entre ellos se encuentra una familia hispana del valle que creará el segundo centro de elaboración de cannabis medicinal asociado a la “orden” de las hermanas.
“En septiembre u octubre, cuando se pongan a cosechar, iremos a su casa y les enseñaremos cómo hacer esta medicina”, explicó Kate.
Para prevenir robos y por cuestiones de privacidad, el paraíso cannábico que Kate y Darcy han creado se encuentra en una ubicación secreta del valle central.
En la granja, que cuenta con una casa, viven las hermanas apegadas a principios de vida austeros y desplegando a los cuatro vientos su amor por la madre naturaleza.
En la parte trasera se alza una capilla de madera donde se realizan rituales para bendecir las propiedades medicinales de las plantas. Y a pocos metros se encuentra el cultivo con doce plantas de marihuana, el máximo número permitido por la ley.
Aunque todas las plantas se cultivan siguiendo el ciclo lunar, seis se encuentran bajo la custodia de un mexicano al que las hermanas llaman “José” y que heredó sus conocimientos cannábicos de su padre y abuelo. La técnica que emplea es, según Kate, característica de “la vieja escuela mexicana”.
Las otras seis plantas están bajo la atenta mirada de la hermana Darcy. A sus 25 años, esta experta en horticultura con experiencia en granjas de Nueva Zelanda aporta una visión “fresca” y “hippie” al proceso de cultivo.
“Tomamos los mejores pedazos de la naturaleza, los juntamos en capas y creamos una abono estupendo para el cannabis”, explicó Darcy.
Cada viernes las hermanas se acercan a la “única cafetería anarquista” del área con sus canastas repletas de ungüentos, aceite, tintura y otros productos elaborados con marihuana medicinal sin efecto psicoactivo (CBD) y ofrecen descuentos a los residentes.
En una de estas visitas, Javier Sánchez, de origen mexicano, adquirió dos botellas de aceite que le ayudan a disminuir los ataques epilépticos que sufre desde la adolescencia.
“Es una medicina más barata para mí y más conveniente”, aseguró el joven de 20 años, que ha llegado a pagar mil dólares por tratamientos que requieren prescripción médica.
Antes de que se apaguen las cámaras y de quitarse el hábito, las hermanas realizan un ritual que “honra a las plantas” y que consiste en unos cánticos cuya letra encontraron en Google.
Y es que, como si de una producción de Hollywood se tratara, todo en esta granja es una puesta en escena perfectamente coreografiada y orquestada con la ayuda del hermano John Patrick Patti, que ha hecho sus pinitos en la meca del cine.
Es entonces el momento del acto final, cuando las hermanas desvelan su mayor secreto.
“No estamos aquí para emular nada de la Iglesia católica. Adoptamos un uniforme con el que la gente se identifica y que tiene un significado. Significa orden, disciplina y limpieza”, aseguró Kate.
“Y sentimos que tenemos el derecho a usar este uniforme ya que la Iglesia católica lo ha abandonado”, concluyó UH
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