Ciudad del Este debe reconvertirse

Ciudad del Este puede y debe reconvertirse y tiene herramientas suficientes para hacerlo, sólo que necesita que esas herramientas sean manejadas por gente idónea, con algo más que la idea obsesiva del enriquecimiento personal a costa de las arcas municipales o de la Gobernación.
De pronto parece abrirse el cielo encapotado que había estado cubriendo Ciudad del Este los últimos dos años. La declinación del modelo de triangulación ha estado amenazando con convertir esta ciudad en un pueblo fantasma, poblado sólo por habitantes residuales, como una suerte de Roma después de la caída del imperio.

Ciudad del Este puede y debe reconvertirse y tiene herramientas suficientes para hacerlo, sólo que necesita que esas herramientas sean manejadas por gente idónea, con algo más que la idea obsesiva del enriquecimiento personal a costa de las arcas municipales o de la Gobernación.

Cuando fue fundada, en los años ’50 del siglo pasado, la ciudad no pasaba de ser un caserío cuyo futuro era más que incierto. Enfrente, Foz de Iguazú prosperaba aunque tampoco pasaba de ser una mediocre ciudad de frontera, al igual que Puerto Iguazú en territorio argentino. Pero el tiempo convirtió a las tres ciudades en pujantes centros de actividad, dos de ellos turísticos y el tercero, de compras. Pero mientras Ciudad del Este declinaba en su único atractivo, Puerto Iguazú se consolidaba como destino turístico interno con 1.188.000 visitantes en 2014, mientras que Foz de Iguazú concentra, entre cataratas, visitas a Itaipú y otros eventos locales, alrededor de 3 millones de turistas a lo largo del año. Se trata de turismo legítimo, gente que viene de lejos tanto de Argentina, Brasil o del resto del continente, a disfrutar de los atractivos naturales de la región. Es un típico “destino agua”, el más apetecido en cualquier bandeja de ofertas turísticas.
El conglomerado Ciudad del Este, Hernandarias, Presidente Franco y Minga Guazú tiene atractivos suficientes como para construir en todo su entorno una tupida red de actividades. Para empezar, tiene un aeropuerto con la pista más larga entre las tres ciudades (3.400 metros) y está en proceso un proyecto para modernizarlo y adecuarlo al tráfico aéreo que por el momento le pasa por encima. Comparte con Itaipú el gran espectáculo de la represa que en época de aguas altas ofrece un fantástico show de luces en el vertedero, que despacha por minuto más agua que las propias cataratas del Iguazú. Dispone de la reserva natural Tati Yupí, que puede ser adecuada para senderismo, deportes de aventura o simple observación de la naturaleza, para no hablar del Ecomuseo, un vivido documento del pasado expuesto en piezas de alfarería, objetos de valor paleontológico y fotografías del lugar antes de ser emplazada la monumental represa.
Ciudad del Este debe reconvertirse para ser un destino turístico, sede de eventos internacionales y, con el tiempo, hasta un centro de redistribución de tráfico aerocomercial. Sólo falta, para ello, una conducción política inteligente, creativa y que no tema soñar con una “nueva ciudad” surgida de las cenizas del ya acabado modelo de “turismo de compras”. 5DIAS
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