El camionero paraguayo Cristian Sanabria nunca habrá creído que viviría en carne propia las espectaculares escenas de tantos filmes de cine-catástrofe de Hollywood, esas en que los sobrevivientes van huyendo de los apocalípticos azotes de la naturaleza, mientras la tierra se hunde enfrente, atrás y a los costados.
Es lo que él padeció en la mañana del jueves, cuando viajaba en su camión por la ruta 3, General Elizardo Aquino, a la altura del kilómetro 389, en Azotey, Concepción, bajo efectos de una torrencial lluvia, cuando se encontró con una muralla de agua que desbordaba el arroyo Guaireño y tuvo que frenar para no ser arrastrado.
Sanabria intentó retroceder con su vehículo para intentar regresar hacia algún lugar seguro, cuando vio que la carpeta de asfalto empezaba a hundirse detrás suyo, mientras se abrían enormes zanjas en los lugares donde antes había una compacta ruta.
Según su relato, tuvo que realizar arriesgadas piruetas con el camión para sortear los cráteres que se seguían abriendo y escapar por la banquina, poco antes de que se hundiera todo el sector. Si en ese momento hubiera habido una cámara filmando, ni un equipo del cineasta Steven Spielberg podría haber logrado efectos más dramáticos.
Las fotos de la ruta destrozada por el temporal causaron conmoción desde las tapas de los principales diarios del viernes. El Norte del país quedó aislado durante interminables horas, mientras se improvisa un desvío alternativo, pero ya se sabe que la reconstrucción de la ruta llevará varios meses y demandará costos mayores al millón de dólares, sin contar las pérdidas ocasionadas a la producción y al comercio.
Aquel viejo mito de que el Paraguay había sido bendecido por Dios al estar situado en una zona “libre de desastres naturales” como terremotos, huracanes, maremotos, ya ha perdido pleno sentido.
Las lluvias y tormentas son –y seguramente serán– cada vez más violentas, presuntamente por el llamado fenómeno de El Niño, aunque es más probable que sea la acción de la propia naturaleza que nos pasa la factura por la irracional destrucción de los recursos naturales, por los océanos de soja habilitados a expensas del asesinato de miles de hectáreas de bosques, este país dolorosamente real que el presidente Horacio Cartes intentó ocultar bajo cifras engañosas en la cumbre sobre el cambio climático en París.
Las impactantes escenas del filme Apocalypse Now han saltado de las pantallas a nuestro paisaje cotidiano, y aparentemente están aquí para quedarse. Es hora de detener la destrucción ambiental en serio y de intentar revertir los graves daños causados. Es hora de organizarse para prevenir más catástrofes, en lugar de seguir apagando incendios, tarde y mal. De lo contrario, acabaremos recogiendo las cenizas del paraíso perdido.UH
Por Andrés Colmán Gutiérrez – Twitter: @andrescolman