París se despide este domingo de sus Juegos Olímpicos con una grandilocuente ceremonia de clausura repleta de guiños a la cultura francesa. Estados Unidos quedó en lo alto del medallero, después de algo más de dos semanas de competiciones.
La cantante Zaho de Sagazan interpretó el gran clásico Sous le ciel de Paris poco antes de que el nadador Léon Marchand, el héroe francés de estos Juegos con sus cuatro medallas de oro, se llevara la llama olímpica del jardín de las Tullerías, en pleno centro de París.
En el momento de tomar la linterna con el fuego olímpico, dejó de arder el imponente pebetero –un anillo de siete metros de diámetro– que fue encendido en la apertura de la edición parisina el 26 de julio pasado y desde entonces impresionó a cientos de miles de lugareños y turistas.
La llama se dirige al Estadio de Francia, al norte de París, donde cerca de 70.000 espectadores abarrotan las gradas para seguir el desarrollo de la ceremonia, en la que se espera la intervención estelar del rapero estadounidense Snoop Dogg y el actor Tom Cruise, como un guiño a Los Ángeles, sede de los próximos Juegos en 2028.
Más de 200 artistas acompañan un gigantesco espectáculo planteado como una distopía futurista, en la que “el viajero dorado”, símbolo de la libertad e interpretado por el breakdancer francés Arthur Cadre, redescubre unas Olimpiadas entre tanto desaparecidas, al igual que en su momento hizo el barón Pierre de Coubertin en el siglo XIX.
Con unas dos horas y media de duración, la ceremonia será más breve que la de apertura del 26 de julio, que duró cuatro y fue única en la historia del olimpismo al desarrollarse no en un estadio, sino a lo largo del Sena y con los atletas desfilando a bordo de 85 embarcaciones.
El director artístico vuelve a ser Thomas Jolly, blanco de ataques por una escena de tema dionisíaco en la apertura, que actores políticos conservadores de lo más variopinto –desde el Vaticano al guía supremo iraní, pasando por Donald Trump– criticaron, en su mayoría, por ver en ella una parodia ofensiva de la Última Cena de Jesús con sus apóstoles.
El último día de los Juegos tuvo momentos estelares en lo deportivo, con competencias que arrancaron el pasado 24 de julio, y desde entonces varias estrellas hicieron historia.
Las competencias en París tuvieron un decorado de lujo: La Torre Eiffel frente a la cancha de voley-playa; el Palacio de Versalles en las pruebas de hípica, el obelisco de la Plaza de la Concordia acompañando el BMX; sin olvidar las olas de Tahití, donde el surfista brasileño Gabriel Medina protagonizó una de las imágenes más icónicas de estos Juegos, levitando sobre las aguas, brazo en alto.
El presidente del comité organizador, Tony Estanguet, había dicho a propósito que el objetivo era aprovechar el patrimonio francés para “inspirar, maravillar, impresionar y emocionar a los espectadores del mundo entero”.
El Sena fue otro de los grandes protagonistas. Pese a los 1.400 millones de euros gastados en limpiar el río, la organización tuvo sudores fríos a diario y se vio obligada a anular varios entrenamientos y postergar un día el triatlón masculino, aunque todas las competencias previstas, incluyendo la natación en aguas abiertas, se pudieron celebrar.
La cita se celebró bajo un dispositivo masivo de seguridad, que incluyó patrullas mixtas de la Policía francesa con agentes extranjeros, los más numerosos de ellos, los españoles.
París 2024 fue también un éxito de público, pese a los elevados precios: Se vendieron más de 9,5 millones de entradas, muy por encima del anterior récord de Atlanta 1996, cuando se despacharon 8,3 millones.
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