LA LEYENDA DEL CAPITAN JOSE MATIAS BADO.

El Mariscal López, que tenia la virtud de adivinar a sus hombres, adivinó al que le hacía falta en aquellos momentos.

Imagen: Monumento al Capitán José Matias Bado

En medio de la febril actividad tuvo tiempo para visitar los cuerpos raleados, interrogar a la tropa y buscar a su héroe.
Y en uno de los Reg. de Caballería dio con él.
Era un mocetón pilarense, alto, delgado, de tez blanca y grandes ojos pardos!
Había nacido en los campos del Ñeembucu, era consumado jinete, poseía una audacia inmensa y una fuerza colosal
Simple cabo, se había hecho notar como incomparable tronchador de cabezas
Ya se hablaba de sus hazañas en las avanzadas, de sus misteriosas excursiones, sus salidas nocturnas y sus vueltas triunfales
Era, en una palabra, el hombre que al Mariscal López faltaba. Se llamaba José Matías Bado.
Cuando nuestro ejército se retiro hacia Pikysyry, Bado quedo al frente de 200 hombres, sobre el paso del arroyo Yacare
El 28/08/1868, Bado, fue atacado por los aliados. Ante la noticia de que iban a habérselas con Bado, los imperiales ‘perdieron los estribos
Pero aquel despliegue de fuerzas no amedranto al sereno guerrillero. La 1ra y 2da carga del enemigo fueron rechazadas.
Y cuando se sintió amenazado por uno de sus flancos y por atrás, hizo un hábil
movimiento, replegándose tranquilamente
Los brasileños quedaron con la boca abierta, viendo como se les escapaba, cuando ya lo creían irremediablemente perdido
El 30/08 comenzó el asalto, después de un furioso bombardeo. Miles de enemigos, en compacta columna se precipitaron sobre los Paraguayos.
Cuando Bado lo vio todo perdido, ordeno la retirada, lanzándose los soldados al río y ganando a nado la opuesta orilla.
Entre tanto, Bado con un puñado de compañeros, defendía la posición, rechazando los asaltos y sosteniéndose bajo un diluvio de fuego.
El mismo Bado hacia un enorme esfuerzo para mantenerse en pie, cansado y ahogado por la fatiga
Por fin callaron nuestros cañones y el enemigo entro triunfante en el reducto. Y allí estaba Bado, sobre un tendal de muertos
Apoyado en un cañón desmontado, negro de humo, con la ropa empapada en sangre.
Aun vivía. Sus ojos resplandecían por un fulgor extraño
Los brasileños se aproximaron a él con religioso respeto. Y lo miraban, llenos de asombro, sin acabar de creer la realidad que contemplaban.
Bado había llegado a tomar contornos mitológicos. Había algo de brujería en sus proezas. Se le tenia por un ser sobrenatural
Todos querían mojar sus pañuelos en su sangre, para llevarla como un amuleto que les infundiría coraje y les defendería del peligro
Felizmente para Bado, un desmayo le libro de presenciar todo. Cuando volvió en si, estaba bajo una carpa, bien curado, lleno de vendajes.
Un oficial se acercó a decirle que sus compatriotas de la Legión venían a visitarle.
«No quiero verles», fue la respuesta de Bado!
Los Legionarios le traían un regalo. Habían hecho una contribución, reuniendo una buena cantidad de libras esterlinas.
Bado tuvo que verlos llegar, por ultimo. Y una inmensa ira le agito cuando empezaron a hablarle…
Los Legionarios le hablaban de lealtad! a él, que era la lealtad en persona, aquellos
cínicos traidores!
Fue aquel el momento más angustioso de su vida. Fue aquella la última copa de amargura apurada en su agonía
i No, no quería verles ! i No, no quería oírles !
Y cuando le alargaron la bolsa resonante, rechazo aquellas monedas impregnadas de infamia! No las quería «porque le quemarían las manos!
Bado no hablo más. Aquella misma noche se arranco las vendas y se desgarro las heridas, muriendo en silencio, sin proferir una queja
Prefería la muerte a continuar prisionero!

VIVA EL CAPITÁN BADO!
VIVA EL PUEBLO PARAGUAYO!
Por : Carlos Bado – Memorias de la Guerra contra la Triple Alianza.

29 DE AGOSTO DE 1868

FALLECE JOSÉ MATIAS BADO. CÉLEBRE CAPITAN EN ÉPOCA DE LA TRIPLE ALIANZA

Nace en Guazu Cuá (hoy Dpto. de Ñeembucú)

Conocido como el más intrépido jefe de los espías “descubierteros” (guía y orientador de las marchas a través de la selva; especie de baqueano, conocedor del monte), no dejaba descansar al enemigo. Con la actividad, el valor y la vaquía (conocedor practico de la geografía del lugar) en el departamento del Pilar (hoy Ñeembucú), daba su golpe donde menos se le esperaba, arrebatando ganado y castigando con azotes a las pequeñas partidas enemigas. Tal era la audacia e intrepidez de Bado, que su nombre sólo inspiraba respeto y hasta terror a los descubierteros aliados.

Se hizo popular por su habilidad con el sable y sus Aka Morotï (por usar sombrero pirï), cuando el ejército se retiró de San Fernando, para retrasar el avance aliado.

Había llegado la noticia que el Capitán Juan S. Silva cayo prisionero el 24 de agosto en poder del enemigo, mientras cuidaba ganado. El Mariscal dio orden a Bado para espiar al enemigo y una vez bien corriente de su manejo, mando preparar una celada que dio por resultado la captura del capitán Silva. El día 26, en la planicie que forma el recodo de la confluencia del yacaré y el tebicuary hicieron frente y pelearon contra una pequeña fuerza brasilera de caballería, los paraguayos quedaron destrozados, retirándose Bado con los pocos que le quedaron al tebicuary. El día 28 todo el ejercito aliado, al mando del marques de Caxías, pasó el Yacaré y acamparon cerca del tebicuary. En el Paso Real de este río había una trinchera, el jefe de esta fortificación era el capitán Bado, viendo el numero superior de la fuerza aliada, dispuso la evacuación de la posición con la rapidez que requería el caso. Viendo esto el enemigo atacó apresuradamente, los pocos paraguayos que aún quedaban allí encabezados por Bado y el mayor Rojas, hicieron una breve pero heroica resistencia. Fue tomado prisionero con varias heridas graves.

Los paraguayos en servicio de los aliados, cuando estaba su cuerpo tendido lo rodearon y le ofrecieron una colecta de libras esterlinas, Bado ofendido no las aceptó, se negó igualmente a ir con ellos a la legión hasta sanar sus heridas.

Sus heridas eran graves y a pesar de los cuidados que le prodigaron, murió al día siguiente, dejando un eterno recuerdo de gratitud.

Fuente: Extraído por Lucy A. Fernández de Memorias o reminiscencias históricas sobre la guerra del Paraguay de Juan Crisóstomo Centurión.