La serie El Reino, que puede verse por Netflix, tiene una escena muy atrapante, en la que muestran a uno de los miembros de una iglesia evangélica descubriendo que las paredes del templo esconden huecos donde el pastor Emilio Vázquez Pena, interpretado por el actor argentino Diego Peretti, logra ocultar millones de billetes.
Uno de los fieles, que vivía su fe de forma radical y genuina, es el que logra descifrar los entresijos del pastor y su familia y se apodera de él la decepción, porque descubría que aquel hombre a quien tanto había admirado escondía cosas oscuras, no solo con el manejo del dinero, sino en su obrar en la vida privada.
El personaje, llamado Tadeo, supo en carne propia que existen la manipulación y la traición; que ese don preciado llamado fe puede ser manchado por un ser humano y utilizado para fines espurios.
El operativo A Ultranza, que se inició hace unas semanas, siendo la mayor incursión para desbaratar una red dedicada al lavado de dinero, pareciera que le copió el guion a la célebre escritora Claudia Piñeiro, que se encargó de relatar la serie.
Sin embargo, por más que me considero admirador de Piñeiro, tengo que admitir que aquí, como pasa muchas veces, la realidad supera a la ficción.
De los tantos allanamientos realizados, los agentes encargados llegaron hasta las instalaciones de la Iglesia Avivamiento, cuyo líder es el pastor José Insfrán, hoy en día prófugo de la Justicia.
Desde hace 10 años el hombre predica la palabra, pero desde hace tres a cuatro años el crecimiento a nivel infraestructura fue superlativo.
Los más de tres mil fieles que acudían a los actos, ya sea en Curuguaty (donde tienen la sede central) o en Mariano Roque Alonso, pensaban que todo ese crecimiento patrimonial provenía de una gracia especial enviada desde lo alto.
Muchos de ellos estuvieron firmes cuando el sitio de reunión fue allanado y se pusieron a orar en los alrededores, lanzando improperios contra los periodistas que cubrían el operativo, a quienes hacían responsables de la falta de víveres y de las distintas obras de caridad que ya no se harán a causa del escándalo.
Por ese entonces, el líder de la Iglesia ya estaba siendo buscado por la Policía, sospechado de liderar una red dedicada al lavado de dinero proveniente del narcotráfico.
La presunción de la Fiscalía es que el hombre utiliza a los fieles como una fachada para poder realizar negocios que están más cerca del campo del diablo que de Dios.
El fiscal Meiji Udagawa, uno de los que trabajan en el caso, afirmó que tienen varios elementos para presumir que el pastor utilizaba como fachada su Iglesia para comprar varios inmuebles, cuyas transacciones, sospechan, se hicieron con dinero sucio.
Insfrán llevaba una vida de lujos, totalmente opuesta a la de la mayoría de las personas que iban a escuchar sus prédicas.
Pero no estamos acá para hacer juicio de valor sobre su conducta, que de eso se encargará la Justicia.
Lo que asusta es la agresiva metástasis que está haciendo el crimen organizado en la sociedad, apoderándose de un lugar sensible y crucial para la vida de un ser humano, que es el sitio donde desarrolla su fe.
Por estos días, un grupo de adherentes del pastor Insfrán siguen acudiendo a la sede de la Iglesia Avivamiento, pidiendo al cielo que los libre de esta mala hora.
Las iglesias, sea cual fuere su denominación, se volvieron sitios ideales para el lavado de dinero proveniente de negocios ilícitos, debido a que no pagan varios impuestos y hay casi nulo control sobre las donaciones que reciben.
De todo esto, la que sale más perjudicada es la buena gente, que movida por una genuina creencia da ropaje de legalidad a personas inescrupulosas. Ellas son las más grandes víctimas de este esquema perverso, ya que su fe es utilizada como una fachada para mover montañas de dinero. POR ELÍAS HONZI – UH