A la época de inicio de la conquista, colonización o evangelización, 1492; a la llegada de Colón a América y, en 1537, a la zona de los Carios, en la parte superior del Río de la Plata, España era una amalgama de reinos y señoríos de diversas formas de hablar.
Pedro Gamarra Doldan
Escritor e investigador
En el reino de Castilla, el castellano, en Cataluña, el catalán, en las provincias vascas y Navarra, el Euskera, al que debió sumarse, el gallego y algunas disidencias de Andalucía, el decadente reino de Granada. Los principales preferían usar el latín; aún lengua general y culta y los monarcas de entonces en el mundo europeo hablaban el latín y el francés, el inglés, el alemán eran lenguas del comercio o de la guerra. El italiano era lengua de artistas (o de algunos comerciantes).
Mientras duró el proceso inicial del descubrimiento (1492/1600), en España surgirán las novelas de caballería, verdaderos bestsellers para su tiempo, en un nacimiento ante la imprenta y desarrollo de las universidades.
Pero será Miguel de Cervantes, variado, no solo en el clásico Don Quijote de la Mancha, que torne al español, como idioma señorial y de categoría, ya no un romance menor. No ajeno será que entre 1500 hasta los fines del dominio español, esta lengua será un idioma de uso en las cancillerías por el dominio tan universal de los Habsburgos de España.
El surgimiento en las colonias de indias, variadas universidades, y en tan poco tiempo, equiparán el uso del latín y del español, como lenguas de cooperación y comunicación.
Pero ello surgía en México, Perú, Bolivia y aún Córdoba, donde la riqueza de la zona permitía esta exploración universitaria y del uso público y seguro del español.
En las Provincias Gigantes de las Indias, o más tarde ya menguadas, la gobernación del Paraguay o de Guairá, será de buena extensión, pero con escasa población peninsular y rauda, fecundas eran las razas originarias, con diversos dialectos donde, empero, el guaraní será el más usado.
A 50 años del poblamiento de Asunción (1587), esta no tenía más de 2.000 habitantes, de los que 200 serán españoles o provenientes del inmenso imperio Habsburgo en Europa. La población de etnias originarias estará en 30.000, a lo menos, que se crucen con los de España, y puedan crear esa “raza de mestizos de la tierra”, no hablantes del idioma originario, que de un español proveniente de tierras poderosos sí, pero lejanas.
Ningún pariente peninsular español venido a estas tierras carentes de metálico y expuestas a la penetración lusitana, o a las razas primigenias, que no aceptaban la conquista a un monarca lejano y tan carente de fuerzas armadas en el territorio que hoy es nuestro.
La situación no mejoró durante el S. XVII y XVIII, porque en el Paraguay no había el metálico, y los valores de exportación amparados por altos costos.
1) El Paraguay era en 1800 una provincia con 100.000 habitantes, de los que 200 son españoles y el resto hijos de la tierra de los escribientes o escribanos venidos de una buena “Castilla”. Pero bajo estas formas, el español apenas sobrevivía y poco de los escribientes o escribanos, emunidos de un buen “castellano”
2) La expulsión de los jesuitas (1768) permitía “platificar” nuestros intercambios comerciales, desarrollarse algo Asunción en arquitectura y sobre todo ver surgir el Real Seminario de San Carlos que daba nociones de buen español y latín, allí eran maestro, laicos o futuros sacerdotes. Los que pudieron ir al extranjero a formarse a las universidades de Córdoba y Chuquisaca no serán, sino tres notables de esta tierra, uno de los cuales no regresara a estos lares.
3) Las cartas del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia que amén del latín, español y guaraní hablaba francés e inglés en su infinita comunicación con su subalterno demuestra la necesidad de un español, muy poco rico en giros o adjetivos, por el escaso manejo de la lengua española, del imperio que se habla
4) Don Carlos A. López (1841- 1862) hizo mucho por la prensa y los libros que surgen desde la imprenta nacional para recurrir a un idioma que él dominaba muy bien.
Sus lenguas bases fueron el español, el guaraní y buena defensa en latín. Bajo su gobierno se fundó por mejores escribas la Academia Literaria y de Filosofía, la prensa y los pocos libros reunidos y venidos desde afuera colocaron al español en un sitio importante siendo uno de sus mejores representados su hijo Francisco Solano López, que hablaba muy bien el español, el guaraní, el francés y se defendía en inglés. La gente que surgió en torno a Ildefonso Bermejo, en el teatro los Sainetes y el poema, colocaron al español muy jerarquizado
Pero desde 1870 con la Constitución Nacional de ese año, el Colegio Nacional (1877) y la Universidad Nacional (1889) darán impulso definitivo a un español y así frecuente, más rico y productivo en letras y creencias. No será ajeno a ello el Ateneo Paraguayo (1883), y desde luego los encumbrados miembros del novecentismo.
Pero vendrán para enseñanza escolar y académicamente de nuestra lengua Delfín Chamorro, Juan Ramón Dalhquist, y más contemporáneamente los hermanos: Lezcano, Don Luis A., Gustavo y Alba, que con apostolado ferviente nos aproximaron al español del universo.
No ajeno a ello fue también Emina Nazer de Rufinelli ,que conversando todos ellos en un español muy calificado serán, empero, imbuidos con altas propiedades de un buen guaraní.
Pero debió llegar a 1927, cuando el Paraguay adoptó ser miembro de la Real Academia Española, creándose la Academia Paraguaya de la Lengua Española, que presidida por el notable jurista Luis de Gásperi, que hablaba a la perfección el español, el guaraní, el italiano y el francés dieron inicio a la aventura que no solo reunían los bienes hispanistas, sino aportan paulatinamente, pero constantemente formas expresivas nuestras, que se adaptan a nuestra concepción de decir cosas, dentro de una óptica que admita el hispanismo universal como forma de hacer que ese “hispanismo nacional, se incorpora al universal”. Toda una hazaña.
Calificada y representativa fue la labor de esta Academia Paraguaya propiamente mantenida por su versación y decisión y muchas veces por el aporte de algunos amigos.
Por ejemplo, Juan Carlos Mendonca, Roque Vallejos, José Antonio Moreno Ruffinelli, entre otros, dieron lustre a esta entidad y, desde luego, a sus muy calificados exponentes.
Pero destaco entre ellos a Juan E. Aguiar B., con dominio del latín, guaraní, español y un conocimiento sorprendente del ser paraguayo, de su forma de ser, y de pensar. Lanza continuamente textos que uno tras otro emigren nuestro idioma, nos posicionan de sus logros y aproximan al español sensible, rico y expresivo, que se adecua al mundo, con respecto a frases básicas, que la tornen eso: Una Academia.
El último libro de Juan E. Aguiar B. se titula Raíces Griegas del Español, editado este año por Intercontinental Editora y que como toda obra suya lleva a sentirnos orgullosos hablantes de una lengua proveniente de más de 20 países, que la escriben con orgullo o utilidad, desde hace más de 500 años.
Si el español sobrevivió pese a todo en nuestro país y aún más crece de manos de ricos hispanistas. UH