Por Caio Scavone
Nuevamente el Paraguay obtuvo el título mundial de “país más feliz del mundo”, tras superar a países increíblemente poderosos y que, realmente, deben ser felices porque tienen asegurado un buen pasar hasta su quinta generación. Es probable que el “éramos felices y no lo sabíamos” de la retardada y cavernícola era del stronismo se siga manifestando, ya que con el raje del tirano Alfredo Stroessner quedaron muchos de sus hijos que aprendieron muy bien la lección y la instrucción de la joda, el saqueo y la corrupción. Hay que ser boludo para no saber que se era feliz.
Amén del título conseguido en torno a la vida feliz, recordemos que somos, en contrapartida y equilibrio, uno de los países más corruptos del planeta y es muy probable que la encuesta de la felicidad la hayan estimado los muchos ladrones, planilleros, correligionarios, parientes, amigos, hurreros, operadores políticos partidarios, consejeros de las hidroeléctricas binacionales, contratados sin concurso y otros deudos, que no te cuento la cuenta que dejarán a nuestros nietos deudores.
Recordemos que nuestros pertinentes títulos no quedan en la corrupción ni en la felicidad del pueblo paraguayo. Tenemos el récord de la permanencia en bicicleta con un ciclista que pedaleó durante una semana. Hay muchos paraguayos que para llegar a fin de mes, con el sueldo que tienen o que no tienen, deben figurar en el Guinness del bicicleteo.
Al título de la permanencia en el agua también hay que mencionar el contraste a esta situación y consiste en el récord mundial de la falta de agua a una ciudad. Mi Villarrica querida soportó como 20 años la carencia de agua con el merecido Guinness que se mereció: con menos agua que entraba, la factura salía con más sobrecosto.
También se tuvo el chorizo más largo del mundo en San Juan, Misiones, a fines de enero del 2017 y el récord en carne asada en la Rural de M.R. Alonso en octubre del 2008, cuando cocinaron 36.000 kilos de carne vacuna para la desesperación de los vegetarianos. Lo que no sé es si estos récords quedaron superados.
La permanencia en la joda parece que todavía será, como ese disco vinilo de antes, de larga duración. El gobierno que acaba de irse, tras tentar quedarse y embarrarse con algunas elementales leyes que cada quien entendió como las ganas daban, también se fue sin la entrega de algunos Récord Guinnes, inmerecidamente, no entregados. Un senador echado por su propio partido y colegas regresó al mismo estrado al figurar en los primeros lugares que cobija la lista de nuestra electoral sábana mortuoria.
Por suerte, el escrache hizo rajar a otros sinvergüenzas y corruptos y varios están en la lista de los que son y serán visitados por ciudadanos cansados de tanta joda y grosería ética. En esta época de los cambios, que siempre aparecen tras cada elección general, se puede notar que la caja de cambios siempre se orienta y tiene el rumbo mirando la caja, la caja donde se encuentra el dinero.
Muchos nombramientos en las instituciones, no los de ahora sino los incluidos desde hace tanto tiempo, tendrían que también incluirse en algún registro de las cosas inauditas que ocurren en el Paraguay. Gente que fue echada por ilícitos y podridos regresan para indicarnos el camino íntegro y honrado a seguir, los rancios y plagados de informalidad retornan para mostrarnos la luz de la honorabilidad, los indecentes que deben revelarnos la honradez y, también debe destacarse, a esa caterva de políticos roñosos que le tiene a la sana juventud a flor de boca pero relegada y arrinconada en la lista de la agria e insana espera. Como la joda es lo único serio que hemos hecho, pinta que tendremos por mucho tiempo el récord Guinness del vyrorei…