En medio del árido desierto de Atacama, y a más de 3.000 metros de altura, una inmensa cúpula plateada se prepara para albergar en 2028 el Extremely Large Telescope (ELT), el telescopio óptico más grande del mundo y el primero capaz de detectar indicios de vida fuera del Sistema Solar.
“La promesa de este telescopio es poder detectar una segunda Tierra. Y si no la hay, porque no sabemos si existe, por lo menos podremos decir que la buscamos y no la encontramos”, asegura a EFE Steffen Mieske, el director de operaciones científicas del Observatorio Paranal, desde donde se controlará el ELT, ubicado en el cerro Armazones, a 1.240 kilómetros al norte de Santiago.
Este es el principal proyecto que desarrolla actualmente el Observatorio Europeo Austral (ESO), la organización intergubernamental de ciencia y tecnología con más impacto en la astronomía mundial, que opera en La Silla, Chajnantor y Paranal, cerros atacameños elegidos por tener los cielos más oscuros y prístinos del mundo.
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